sábado, 23 de marzo de 2024

EXPOSICIONES

 EXPOSICIÓN LAM:

Del 15 de diciembre al 31 de enero. En horario de apertura del Centro.

LAM
Artistas: LAM y Begoña Colorado.

LAM:

En esta exposición se podrán ver desde dibujos tradicionales hasta trabajo en digital. Hay también grabados, escultura y pintura. Mayoritariamente, a grafito y rotulador, casi todo en blanco y negro. Son principalmente realistas, aunque gran parte de ellos se mezclan con la caricatura. Se pueden observar, sobre todo, representaciones de personas, animales y lugares. Mantiene una imagen limpia y pulcra, con rasgos muy detallados que es necesario apreciar de cerca.


BEGOÑA COLORADO:

Mi nombre es Begoña Colorado, alias Mal Fénix. Aunque realizo trabajos de todo tipo suelo tener como núcleo la temática de la fantasía y la danza, aunque en algunos trabajos me salgo de esta. En esta exposición se puede observar una muestra de todo mi recorrido artístico desde 2019, pasando por pintura, dibujo, escultura, fotografía… en la que mi amor por ambas temáticas es más que claro.


Entrada libre, hasta completar aforo.


Centro Cultural Pilar Miró

Pl. Antonio María Segovia, 0, 28031 Madrid, España.

Metro Línea 1, Villa de Vallecas.

Autobús 58.

Tren de cercanías líneas C2, C7 y C8, estación Vallecas y Santa Eugenia.



domingo, 13 de marzo de 2022

APARIENCIA DESNUDA

 MI EXPLICACIÓN DEL LIBRO con sus mismas palabras:

OCTAVIO PAZ - APARIENCIA DESNUDA.

LA OBRA DE MARCEL DUCHAMP.

Advertencia:

1923 – El francés Duchamp deja "definitivamente inacabado" el GRAN VIDRIO.

Comienza la leyenda - uno de los pintores más destacados deja el arte y se dedica al ajedrez.

En 1969, tras morir, se descubre que había trabajado en secreto por 20 años (1946-66) en otra obra importante y compleja.

Se trata de un ensamblaje: Dados: 1° La Cascada. 2° El Gas de Alumbrado, que se encuentra en el Museo de Arte de Filadelfia, como casi todas sus obras. El título alude a una de las notas más importantes de la Caja Verde, una suerte de guía o manual del Gran Vidrio. Puede considerarse otra versión de la Novia puesta al desnudo por sus solteros, aún...

1973- En EEUU hubo una gran exposición retrospectiva suya, organizada por el Museo de Arte de Filadelfia y el Moderno de Nueva York. Por ello, Octavio Paz escribió un estudio sobre Dados. Este ensayo completa otro de sus textos incluido en el " libro-maleta" Marcel Duchamp o El Castillo de la pureza. Publicó después los dos estudios en un volumen: Apariencia desnuda. El primero es una breve introducción a la obra del artista y un análisis del Gran Vidrio y, el segundo, es un examen del Ensamblaje que muestra las relaciones entre ambas. Al hacer esta obra corrigió el primer estudió y añadió más páginas donde describe todos los elementos del Gran Vidrio, sus funciones y las relaciones que los unen. Hizo lo mismo con el segundo. Fruto de nuevas reflexiones, intentó mostrar la filiación de las obras y su relación metairónica con la tradición central de Occidente: la física y la metafísica, no del sexo, sino del amor.

Su obra tiene una estricta unidad, todo gira alrededor de un solo objeto, elusivo. De la mujer desnuda que desciende una escalera a la muchacha desnuda del ensamblaje de Filadelfia, pasando por La Novia desnudada por sus Solteros, aún..., su obra puede verse como los distintos momentos (apariencias) de la misma realidad. Una anamorfosis; ver esta obra en sus formas sucesivas es remontar hacia la froma original, la verdadera, la fuente de las apariencias. Tentativa de revelación o, como él decía, "exposición ultrarrápida". Lo fascinó un objeto de cuatro dimensiones y las sombras que arroja (realidades). Este es una Idea, que se resuelve al cabo en una muchacha desnuda (presencia).

Octavio Paz (México, a 20 de agosto de 1976).

1 El Castillo de la pureza:


Frase de Duchamp: SENS: on peut voir regarder. Peut-on entendre écouter, sentir?

Significado: se puede ver mirando. ¿Podemos oír, escuchar, oler?

Dos de los pintores de mayor influencia en el s. XX fueron Pablo Picasso y Marcel Duchamp. El primero por sus obras y, el segundo, por su obra que es la negación de la moderna noción de obra. Sorprenden e interesan la metamorfosis de Picasso y la inactividad de Duchamp. Las creaciones de español han sido encarnaciones (en sus telas y objetos, el espíritu moderno es visible y palpable) y profecías (el tiempo se afirma para negarse y se niega para inventarse e ir más allá) de las mutaciones de la época, desde el fin del impresionismo a la segunda guerra mundial. El tiempo, su urgencia brutal, la inminencia inmediata del ahora. Siempre Duchamp opuso al vértigo de la aceleración el del retardo. En una de las notas de la Caja Verde apunta que, al decir retardo en vez de pintura o cuadro, pintura sobre vidrio pasa a retardo sobre vidrio, pero no quiere decir pintura sobre vidrio. El sentido de su acción: la pintura es la crítica del movimiento y viceversa. Picasso es lo remoto y lo próximo. La velocidad le permite ser de todos los siglos sin dejar el instante, es el movimiento hecho pintura. Pinta de prisa, la prisa pinta con sus pinceles: el tiempo-pintor. Los cuadros de Duchamp presentan el movimiento: el análisis, la descomposición y el revés de la velocidad. Las figuraciones de Picasso atraviesan velozmente el espacio inmóvil de la tela; en las de Duchamp el espacio camina, se incorpora y, vuelto máquina filosófica e hilarante, refuta al movimiento con el retardo, este con la ironía. Los cuadros del primero son imágenes y, los del otro, una reflexión de esta.

Picasso es de fecundidad inagotable e ininterrumpida y Duchamp abandonó. Siguió pintando por años, pero todo a partir de 1913 es por su intención de sustituir la "pintura-pintura" por "pintura-idea". Esta negación que llama olfativa (olor a terebantina) y retiniana (visual) fue el inicio de su obra (el Gran Vidrio (gran retardo), los ready-made, gestos y un largo silencio). Picasso tiene muchas obras, pero todo lo de Duchamp se concentra en el Gran Vidrio. Picasso visibilizó el siglo y Duchamp mostró que todas las artes nacen y acaban en una zona invisible. A la lucidez del instinto opuso el instinto a la lucidez: lo invisible no es oscuro ni misterioso, es transparente. Este paralelo no es una comparación, ambos, como todos los que son artistas, sin excluir a los artistas menores, son incomparables. Los dos definen la época: el primero por sus afirmaciones y hallazgos y, el otro, por sus negaciones y exploraciones. Duchamp es único.

Los primeros cuadros de M. D. muestran una maestría precoz (algunos críticos aún lo llaman "buena pintura"). Poco después, por influencia de sus hermanos mayores (J. Villon y R Duchamp-Villon), pasa del fauvismo al cubismo moderado o analítico. A principios de 1911 conoce a F. Picabia y a G. Apollinaire y su amistad precipita su evolución. Su voluntad de ir más allá del cubismo se advierte ya en una tela; el retrato de una transeúnte: una muchacha entrevista, amada y nunca más vista. Es una figura que se despliega (o se funde) en cinco siluetas femeninas. Representación del movimiento, descomposición y superposición de las posiciones de un cuerpo en marcha, prefiguración del Desnudo que desciende una escalera. Se llama Retrato o Dulcinea, por medio del título introduce un elemento psicológico, afectivo e irónico, en la composición. Inicia su rebelión contra la pintura visual y táctil, el arte "retiniano". Afirma que el título es esenacil, como el color y el dibujo. Pinta otras telas, admirables por su ejecución y algunas feroces por su visión despiadada de lo real: el cubismo convertido en cirujía mental. El período se cierra con el óleo "Molino de café". También destacan las ilustraciones a tres poemas de Laforgue, que tienen un interés doble: uno es un antecedente del Desnudo que desciende una escalera; y revelan que siempre fue un pintor de ideas y nunca cedió a la falacia de concebir la pintura como un arte sólo visual y manual.

En su conversación de 1946 con J.J.Sweeney habló de la influencia de Laforgue: la idea del desnudo vino de un dibujo que hizo en 1911 para ilustrar el poema Encore a cet astre. Rimbaud y Lautréamont le parecían demasiado viejos y quería algo más joven. No le interesaba tanto la poesía como sus títulos, lo que muestra el origen verbal de su creación.Su fascinación por el lenguaje es intelectual: es el instrumento más perfecto para crear y destruir significados. El juego de palabras es un mecanismo maravilloso. Para él, las artes obedecen la misma ley: la meta-ironía es inherente al espíritu mismo. Es una ironía que destruye su negación y se vuelve afirmativa. La mención de Mallarmé no es accidental, entre el Desnudo... e Igitur hay una analogía turbadora: el descenso de la escalera. En ambos hay una ruptura y un descenso a una zona silenciosa donde el espíritu solitario se enfrentará al absoluto y su máscara: el azar.

El Desnudo es uno de los ejes de la pintura moderna: el fin del cubismo y el comienzo de algo que no acaba. En apariencia- aunque su obra sea la evidencia en sí, no hay nada menos aparente que su pintura- se inspira en preocupaciones afines a las de los futuristas: la ambición de representar el movimiento, la visión desintegrada del espacio, el maquinismo. No hay influencias y el parecido es superficial: los futuristas querían sugerir el movimiento con una pintura dinámica y él aplica la noción del retardo (análisis) al movimiento. Su propósito es más objetivo, no pretende dar ilusión de movimiento sino descomponerlo y ofrecer una representación estática de un objeto cambiante. El futurismo se opone al objeto inmóvil, pero él traspasa inmovilidad y movimiento, los funde para disolverlos. El futurismo está prendado de la sensación, él de la idea. El uso del color es distinto: los futuristas usan una pintura brillante, exaltada y casi siempre detonante; él veía del cubismo y sus colores son menos líricos, más sombrios y compactos.

Las diferencias son mayores si pasamos a su significación interna, a la visión del artista (lo que vemos, una posición, idea, geometría: punto de vista. Ante todo: la actitud frente a la máquina. No es partidario de su culto, al contrario que los futuristas, fue uno de los primeros en denunciar el carácter ruinoso de la actividad mecánica moderna. Las máquinas son grandes productores de desperdicios y agentes de destrucción. Sólo le apasionan los que funcionan de modo inprevisible, insólito (antimecanismos). Su relación con la utilidad es igual que la de retardo y movimiento, sin sentido y significación: destilan su propia crítica.

El Desnudo... es un antimecanismo. La primera ironía es que no sabemos si es un desnudo. Encerrado en un corsé o malla metálica, es invisible. Se distingue del futurismo: es un fuselaje sorprendido en lenta caída. Pesimismo y humor: un mito femenino, la mujer desnuda, convertido en un aparato amenazante y fúnebre. La violencia racional es mucho más despiadada que la física que complace a Picasso. Para R. Lebel, el denudo de Duchamp es un "objeto de investigación interna". Según O.P. "interna" tiene dos sentidos: reflexión de la parte interna de un objeto y autoanálisis. El objeto es una metáfora, una representación: su reflexión del objeto es también un meditación de sí mismo. Cada cuadro es un autorretrato simbólico. De ahí la pluralidad de significados y puntos de vista: creación plástica pura y meditación de la pintura y el movimiento; culminación y crítica del cubismo; principio de otra pintura y fin de su carrera pictórica; mito de la mujer desnuda y destrucción de este; máquina e ironía, símbolo y autobiografía.

Después pintó cuadros como El rey y la reina, La Novia... donde la figura humana desaparece. No hay formas abstractas sino transmutaciones del ser humano en mecanismos delirantes. El objeto se reduce a su elemento más simple: el volumen a la línea y esta a la serie de puntos. La pintura se vuelve cartografía simbólica y, el objeto, una idea. Es un método de investigación interior, la pintura como filosofía. Es una filosofía de signos plásticos destruida por el humor. Chirico es otro ejemplo de la irrupción de máquinas y robots en la pintura moderna. Las máquinas femeninas de M.D. podrían hacer pensar en la Eva futura de Villiers de L'Isle-Adam. Son hijas de la sátira y el erotismo, pero no imitan al cuerpo humano. Su "belleza" no es antropomórfica. Le interesa "la indiferencia": una belleza libre, alejada del romanticismo de Villiers y de la cibernética. Sus figuras son mecanismos y su humanidad no es corporal. Son máquinas sin vestigios humanos, pero su funcionamiento es más sexual que mecánico, más simbólico que sexual.

Son ideas, relaciones- en el sentido físico, sexual y lingüístico: proposiciones y, en virtud de la ley circular de la meta-ironía, contraposiciones, máquinas de símbolos.

El origen de sus mecanismos delirantes: la unión de mecanismo y delirio evoca a Raymond Roussel. Duchamp admiraba sobre todo a Brisset y Roussel, por su imaginación delirante. Brisset se ocupaba del análisis filológico del lenguaje, tejía una gran red de equívocos y juegos de palabras. Pero el responsable de su vidrio fue Roussel. Desde que vio su pieza de teatro se percató de las posibilidades de su concepción. Creía que era mejor la influencia de un escritor.

La Novia... es una trasposición del método literario de Roussel a la pintura. Aunque Roussel no había explicado su método, M.D. adivinó el procedimiento: enfrentar dos palabras de sonido semejante y sentido distinto y encontrar un puente verbal. Es el desarrollo razonado y delirante del principio que inspira los juegos de palabras, la concepción del lenguaje como una estructura en movimiento. Para Roussel era un procedimiento literario, para Duchamp sólo la forma más acerada y eficaz de la meta-ironía. El juego de Duchamp es más complejo, la combinación es verbal y plástica y, además, contiene la crítica, la ironía. Sabe que delira. La influencia de Roussel no se limita al método delirante, en sus Impressions d'Afrique figura una máquina de pintar: M.D. no incurrió en la ingenuidad e la repetición literal, suprimió la mano, la pincelada y el trazo personal. La regla y el compás. Pretendió usar las máquinas para pintar, pero no siente afinidad: todo mecanismo debe producir su contraveneno (meta-ironía). El elemento hilarante no humaniza las máquinas, las conecta con el centro del hombree, la fuente de su energía: indeterminación, contradicción.

En 1912, en Munich, pinta varios cuadros (preparación de su "obra magna"). Desde 1912 a 1923, el Gran Vidrio lo desvelará. A pesar de esto, por contradicción, durante mucho tiempo se desinteresará casi por completo de su idea. Su actitud ambigua- realizarla o abandonarla- encuentra la solución de contradecirla. Tal es, según Octavio Paz, el sentido de su actividad, desde la invención de los ready-mades y los retruécanos y juegos de palabras hasta las máquinas ópticas, el corto Anemic cinema y su participación, discontinua pero central, en el Dadaísmo y el Surrealismo. Es imposible enumerar todas sus actividades, gestos e invenciones tras su regreso.

El viaje a Zone con Apollinaire, Picabia y Buffet anuncia la futura explosión dadaísta. En su evolución personal tiene una significación análoga a su descubrimiento de Roussel: confirma su decisión de romper con la pintura "retiniana", la concepción tradicional del arte y el uso vulgar del lenguaje (comunicación). En 1913 se celebra en Nueva York la primera exposición de arte moderno. Duchamp abandona la "pintura" y busca un empleo que le deje dedicarse libremente a sus investigaciones.

Se conservan muchas notas, dibujos y cálculos, casi todos de la aplazada ejecución del Gran Vidrio. Él los llama "cuentas alegres". Un ejemplo: un hilo recto de un metro cae de un metro de altura sobre un plano horizontal y, deformándose, da una figura nueva de la unidad de longitud. Realizó la experiencia tres veces, por lo que hay tres unidades válidas, no una como la geometría cotidiana. Se conservan en una caja de croquet (el "azar enlatado"). Otra muestra: "por condescendencia el peso es más denso al descenso que a la subida". Todo tiende a inutilizar las nociones de izquierda y derecha, aquí y allá... Si el centro es sismo permanente, si las antiguas nociones de materia sólida y razón clara y distinta desaparecen en beneficio de la indeterminación, resulta la desorientación general. M.D. se propone perder "la posibilidad de reconocer o identificar dos cosas semejantes": le interesan las leyes de excepción, vigentes sólo para un caso y una ocasión. Imagina un alfabeto de signos que denoten sólo los vocablos abstractos (sin referencia concreta) y concluye que no podrá ser usado, salvo la escritura del cuadro. La pintura es escritura.

En 1913 aparece el primer ready-made: Rueda de bicicleta. Poco a poco surgen otros: Peine, Tirabuzón... No son muchos; exalta el gesto sin caer en la gesticulación. Algunas veces son puros, pasan sin modificación de ser objetos usuales a "antiobras de arte"; pero otras sufren rectificaciones y enmiendas, en general de orden irónico y tendiente a impedir toda confusión entre ellos y los objetos artísticos. Destacan "Fuente" (urinario), "L.H.O.O.Q." (La Gioconda con barba y mostachos), "Aire de París" (ampolleta de vidrio de 50 c.c. con un ejemplar de la atmósfera de la ciudad, "Portabotellas"... En 1915, huyendo de la guerra y alentado por la expectación que había despertado el Desnudo..., pasa mucho tiempo en Nueva York. Funda dos revistas predadaístas y, con Picabia y otros artistas, estimula, sacude y confunde a los espíritus. En 1918, vive unos meses en Buenos Aires, donde conoce a poca gente y ningún artista, poeta o individuo pensante.

Ese año vuelve a París. Actividad tangencial, pero decisiva, en los motines y maitines de dadá. Vuelta a Nueva York. Trabajos preparatorios del Gran Vidrio, entre ellos el "criadero de polvo". Exploraciones en el dominio del arte óptico, estático o en movimiento: Roto-relieve, Rotativa u óptica de precisión, Rotativa semi-esférica y otros experimentos, antecedentes del op-art. Continuación y abandono definitivo del Gran Vidrio. Interés creciente por el ajedrez y publicación de un tratado de una jugada. Participación en exposiciones y manifestaciones surrealistas. En la segunda guerra se establece definitivamente en Nueva York. Influye en la nueva pintura angloamericana (J. Johns, Rauschenberg), la música (J. Cage) y la danza (M. Cunningham). Siempre la meta-ironía. Es imposible no mencionar la Caja-Maleta (1941) y la Caja Verde (1934). La primera incluye reproducciones en miniatura de casi todas sus obras y, la segunda, noventa y tres documentos: dibujos, cálculos y notas de 1911 a 1915 y una plancha en color de La Novia... Son la clave (incompleta) del Gran Vidrio.

Los ready-mades son objetos anónimos que el artista, por escogerlos, convierte en arte. Aunque eso disuelve también la noción de "objeto de arte". La contradicción es la esencia; es el equivalente plástico del juego de palabras: este destruye el significado, aquel la idea de valor. No son arte ni anti-arte, sino algo en medio. Comentarios sobre su significación revelan que su interés es crítico o filosófico. Están más allá de la belleza y la fealdad y son signos de interrogación o negación frente a las obras. Es un dardo contra lo valioso, es crítica activa contra la obra de arte. Esta acción se despliega en dos momentos: el primero es de orden higiénico (crítica del gusto) y, el segundo, un ataque a la noción de obra de arte.

Para Duchamp el buen gusto no es menos nocivo que el malo. El gusto es lo que llamamos bonito, feo, estupendo... sin saber su razón de ser: la factura, la fabricación... Los primitivos no tienen sino instinto y tradición: repiten casi por instinto ciertos arquetipos. El gusto nace, probablemente, con las primeras ciudades, Estado y clases. En el Occidente moderno no tiene conciencia de sí mismo hasta el Barroco. En el s. XVIII fue la distinción de los cortesanos y, en el XIX, la marca de los advenedizos. Extinto ya el arte popular, tiende a propagarse. Nace a la vez que desaparece el arte religioso y su crecimiento y supremacía se deben al mercado libre de objetos artísticos y la revolución burguesa. Rehúye el examen y el juicio, oscila entre el instinto y la moda. Es una noción epidérmica del arte, en el sentido sensual y social: reduce el arte a la sensación e introduce una jerarquía social fundada en una realidad misteriosa y arbitraría como la pureza de la sangre. Según Duchamp todo el arte moderno es "retiniano", exceptuando el surrealismo y otros casos. El ready-made critica el arte "retiniano" y manual: después de probarse a sí mismo que "dominaba el oficio", M.D. denuncia la superstición del oficio. El artista no es un hacedor; sus obras son actos.

El ready-made pasa de la higiene a la crítica del arte. Al criticar la idea de factura, M.D. no busca disociar forma y contenido, sólo cuentan las formas. Estas son emisoras de significados, proyectan sentido. Las significaciones de la pintura -retiniana" son insignificantes. El ready-made enfrenta a esto su neutralidad, su no-significación, debe ser un objeto neutro: todo se puede volver hermoso si se repite con frecuencia. La repetición acarrea una degradación inmediata, una recaída en el gusto. Fuera de su contexto original, pierde todo significado y se transforma en algo vacío. Por un instante, todo lo manipulado por el hombre emite sentido, se vuelven objetos de contemplación, estudio o irritación. De ahí la necesidad de "rectificar" al ready-made: la inyección de ironía ayuda a preservar su anonimato y neutralidad. El ready-made es un gesto que sólo puede hacer Duchamp. La crítica y el público entendido encuentran el gesto "significativo", aunque no sepan qué significa.

Una piedra es como otra piedra y un tirabuzón es igual a otro. La semejanza entre piedras es natural e involuntaria y, entre objetos manufacturados, artificial y deliberada. La identidad de los tirabuzones es una consecuencia de su significado; entre piedras carece, en sí misma, de significado. Así es la actitud moderna ante la naturaleza, pero no ha sido siempre así. R. Caillois señala que algunos artistas chinos escogían pierdas y las convertían en arte. Buscar piedras diferentes o iguales no son actos distintos: afirman que la naturaleza es creadora. Escoger una piedra entre mil equivale a darle nombre. Guiado por el principio de analogía, el hombre nombra a la naturaleza; cada nombre es una metáfora, hace entrar a la piedra en la esfera de los significados. Duchamp arranca el objeto de su significado y hace del nombre un pellejo vacío. El chino afirma su identidad con la naturaleza; M.D., su diferencia irreductible. El acto del primero es un elogio, el otro una crítica. Para chinos, griegos, mayas o egipcios la naturaleza era una totalidad viviente, un ser creador. Por eso el arte, según Aristóteles, es imitación. El chino escoge una pierda y la firma, inscribe su nombre en una creación y su firma en un reconocimiento; Duchamp escoge un objeto manufacturado, inscribe su nombre en una negación y su gesto es un desafío.

La comparación muestra la negatividad de lo manufacturado. Para los antiguos, la naturaleza era una diosa, un criadero de dioses y manifestaciones de la energía vital en sus tres tiempos: nacimiento, copulación y muerte. Los objetos no nacen: los fabricamos; carecen de sexo; y no mueren, se vuelven inservibles. La técnica es neutra y estéril, es la naturaleza del hombre moderno. Toda obra humana niega la naturaleza, pero es un puente entre ella y nosotros. La técnica cambia a la naturaleza de un modo más radical y decisivo: la desaloja. Es una muralla entre ella y nosotros. Heidegger dice que es la expresión más perfecta y activa de la voluntad de poder. Así, el ready-made es una doble negación: el gesto y el objeto en sí son negativos. M.D. no extraña los paraísos o infiernos naturales ni adora la técnica. La ironía niega a la técnica porque lo manufacturado se convierte en ready-made.

El ready-made, si se transforma en obra, malogra el gesto de profanación; si preserva su neutralidad, convierte el gesto en obra. Su práctica exige un absoluto desinterés. Duchamp siempre ha vivido con modestia. Es idfícil resistir a la tentación de hacer obras o transformarse uno mismo en obra, gracias a la ironía él lo ha logrado. Su gesto es una negación que, por el humor, se vuelve afirmación. Colgada de la ironía, en perpetua oscilación, es siempre provisional. Contradicción que niega toda significación al objeto y al gesto, es un acto puro en el sentido moral y de juego. La pureza requiere que el gesto se realice del modo menos parecido a una selección. Tenía que elegir un objeto que no le impresionase y sin intervención de ideas o propósitos de delectación estética. Debía reducir su gusto personal a cero. Es difícil escoger un objeto que no nos interese nunca y que no tenga posibilidad de volverse hermoso, feo...

Escoger se parece a una cita y, así, contiene un elemento de erotismo, desesperado y sin ilusión. Juego dialéctico, el ready-made es un ejercicio ascético. Su fin es una cita con nadie y su finalidad es la no-contemplación, se instala en una zona nula del espíritu. Un nihilismo que gira sobre sí y se refuta. No un acto artístico: la invención de un arte de liberación interior. Cada uno ha de conquistar una no-entidad, un nombre vacío, lo que M.D. llama belleza de indiferencia (libertad).

La Novia puesta al desnudo por sus solteros, aun... es una de las obras más herméticas del s.XX. Se distingue de la mayoría de textos modernos (es un texto) en que el autor nos da las notas de la Caja Verde, una clave incompleta, otro rompecabezas, signos dispersos que debemos reagrupar y descifrar. La Novia... y la Caja Verde son un sistema de espejos que se intercambian reflejos; cada uno ilumina y rectifica a los otros. Abundan las interpretaciones. El propósito de Octavio Paz es descriptivo en "La Mariée mise à nu par ses Célibataires, même". Mise à nu no quiere decir desnudada, sino expuesta. Imposible no asociarla con un acto público o un rito: el teatro, la ejecución capital. Usar la palabra "soltero", en vez de "novio" o "pretendiente", indica una separación infranqueable entre lo femenino y lo masculino.

El adverbio même, fue añadido después por Duchamp porque no tenía sentido ni relación con la pintura o su título, no significaba nada. Es la partícula de indeterminación, la cápsula verbal que contiene ironía e indiferencia. Convierte al Gran Vidrio y a su asunto en una ex-posición, en el sentido fotográfico, litúrgico y mundano. En el título están presentes todos los elementos de la obra: mítico, popular de barraca o carpa de feria, erótico, pseudocientífico e irónico.

Los nombres de cada parte también poseen significados que completan el sentido de la composición y, a veces, lo contradicen. Son signos de orientación y desorientación, como même. Carrouges descubrió que Mariée es el nombre vulgar, en Francia, de una mariposa nocturna. El grupo de solteros posee un repertorio de nombres crepusculares. Al principio eran ocho, pero Duchamp añadió otro. El nueve es un número mágico, con aureola. Los machos son moldes, trajes inflados por el gas de alumbrado. Representan nueve familias o tribus masculinas, una lista triste. El Cemeneterio de Libreas y Uniformes se llama Matriz de Eros. Un comentarista señaló la ambivalencia: la tumba de los solteros es el lugar de su resurrección. Son nueve prototipos, aparece la ambigüedad entre los arquetipos platónicos y los moldes mecánicos.

Las otras partes tienen nombres que designan sus funciones, no sin contradicciones y ambigüedades: Vía Láctea, Nueve Tiros, Tubos Capilares...

La Novia puesta al desnudo por sus solteros, aun... es un vidrio doble pintado al óleo y dividido horizontalmente en dos partes idénticas por un doble filo de plomo. "Definitivamente inacabado" en 1923, el Gran Vidrio apareció por primera vez ante el público en 1926, en la Exposición Internacional de Arte Moderno. Se estrelló al ser devuelto y, en 1936, Duchamp lo reparó. La línea divisoria ha quedado reducida a una fina tira de vidrio prensada entre dos barras metálicas y, la superficie, rajada. A M.D. le gustaban las grietas porque no parecían vidrios rotos, tenían una forma, una arquitectura simétrica. Veía en ellas una intención curiosa de la que no era responsable. Su escepticismo, como todo radical, es abierto y desemboca en la aceptación de lo desconocido. El accidente es una de las formas en que se manifiesta un designio que nos sobrepasa. Ignoramos todo o casi todo de este, salvo su poder sobre nosotros.

La mitad superior del Gran Vidrio es el dominio de la Novia. En el extremo izquierdo hay una compleja maquinaria, la novia en una de sus personificaciones. Lebel vio en la figura central (Ahorcado hembra) una suerte de perfil, muy esqueñatizado, de una mujer tocada por un sombrero y el rostro cubierto por un velillo. Según Duchamp, voluntariamente sería la cabeza pero accidentalmente es un perfil no voluntario. "Cabeza" designa aquí una posición dentro del conjunto y, probablemente, una función. Los parecidos humanos son accidentales: la Novia es un aparato y su humanidad no está en sus formas ni su fisiología. Su humanidad es simbólica: la Novia es una realidad ideal, un símbolo manifestado en formas mecánicas y que produce símbolos, distendidos y deformados por la ironía, que destilan su negación. El funcionamiento de la Novia es fisiológico, mecánico, irónico, simbólico e imaginario: la alimenta la automovilina, sus éxtasis son eléctricos y la fuerza física que mueve sus engranajes es el deseo.

Su misterio no viene de la carencia de noticias. La Caja Verde contiene una completa descripción de su morfología y su funcionamiento. Con frecuencia esas notas son ambiguas y contradictorias; sometida a la meta-ironía, la fórmula "belleza de precisión" se vuelve una trampa de incertidumbres y confusiones. Para entender la obra hay que tener idea de su funcionamiento.

En la parte superior se ve una suerte de gancho. La Novia, silueta femenina tocada por un sombrero y un velo, está colgada de él. Aunque toda semejanza antropomórfica sea engañosa, se repara en una coincidencia: el cuadro Dulcinea (1911) es una visión simultaneísta de un desnudamiento en cinco momentos, donde la mujer del strip tease guarda el sombrero.

Hacía la derecha y abajo de la Vía Láctea, otro juego fúnebre ("muesca y mortaja") sostiene un asta o tallo metálico, conectado con el "magneto-deseo" de más abajo. Este contiene en una jaula la "materia de filamentos" (invisible), una secreción de la Novia que se materializa en su "florecimiento". La Caja Verde señala que se parece a una llama consistente que lame la bola del Maquinista de Gravedad, desplazándola. El asta del "magneto deseo" es un eje, por ello también se llama "árbol-tipo". Es difícil decidir si su otro nombre es "motor de cilindros débiles" o si designa a otra parte. El árbol-tipo, eje o columna vertebral, está conectado a una especie de jeringa: "avispa", cuyas propiedades son singulares: secreta la "gasolina de amor" por ósmosis, tiene un olfato que le deja percibir las "ondas de desequilibrio" de la bola negra del Juglar de Gravedad y tiene una capacidad vibratoria que determina las pulsaciones de la "aguja" y un sistema de ventilación que determina el "balanceo de adelante hacia atrás del Ahorcado hembra con sus accesorios".

Abajo de la "avispa" está el "tanque de gasolina de amor o potencia tímida". Esta gasolina erótica, "distribuida en el motor de cilindros débiles, al contacto de las chispas de su vida constante explota y hace florecer a esta virgen llegada al término de su deseo". Se llama también "tina oscilante" y provee a la higiene de la Novia". En la parte inferior se balancea la "aguja-pulso", montada sobre una correa de vagabundeo. Tiene la libertad de los animales enjaulados y la forma de un péndulo amenazante, oscilando sobre el vacío.

Hay otras versiones sobre la morfología de la obra, como la de la carta tipográfica de R. Hamilton.

La Caja Verde indica que es una máquina agrícola, un arado, un esqueleto... El Ahorcado hembra es la forma en perspectiva ordinaria de un Ahorcado hembra del cual podría intentar encontrarse la verdadera forma. Las formas son una apariencia, una de sus posibles manifestaciones. Su forma real es otra. M.D. dijó que es la proyección de un objeto de tres dimensiones, proyección de otro (desconocido) de cuatro dimensiones. Es una mezcla de las especulaciones sobre la geometría noeuclidiana y esa corriente de neoplatonismo que ha irrigado la civilización. No es una influencia consciente: las ideas del hermetismo neoplatónico circulan invisiblemente, disueltas en nuestros modos de pensar y sentir. A esta visión se yuxtapone otra: Lebel cree que la realidad designada por la cuarta dimensión (erótica) es el instante del abrazo carnal, donde la pareja funde tiempo y espacio en una realidad.

La Vía Láctea ocupa el centro de la parte superior. Es una nube grisácea suspendida en las alturas, en su extremo izquierdo con un color levemente carne. Parece salir del Ahorcado hembra, de la "cabeza", pero no se escapa del "occipucio" de la Novia. Para M. Carrouges es una oruga gigante, forma anterior de la mariposa nocturna que es la Novia. La hipótesis es que la Vía Láctea es su emanación en el momento de su "florecimiento cinemático". Duchamp usa la palabra es entido figurado: la Novia florece, se abre, se dilata de placer. No es el orgasmo sino las sensaciones que lo preceden. La Caja Verde es explícita: el épa-nouissement es el último estado de la Novia antes del goce.

La Vía Láctea carne envuelve de forma desigualmente densa a los 3 Pistones (Redes), que cuelgan de tres clavos. Duchamp colgó un pedazo cuadrado de tela blanca sobre una ventana abierta; las Redes son tres fotos de eso: tela aceptada y rechazada por la corriente de aire. Las Redes se llaman también Inscripción de Arriba porque transmiten a los Solteros y al Juglar de la Gravedad las descargas de la Novia: sus sensaciones, mandamientos. Para Roché son el "Misterio original".

En el extremo derecho, abajo, hay una zona de puntos : las huellas de los Nueve disparos de los Solteros. Hay partes no pintadas por Duchamp que se deben tener en cuenta para tener una idea del funcionamiento de la maquinaria. Abajo de estos Tiros deberían estar las Sombras Proyectadas y, abajo, la Imagen de la Salpicadura. Los Nueve Tiros se obtuvieron por nueve disparos de un cañón de juguete cuyos proyectiles eran cerillos empapados en pintura fresca. En el extremo izquierdo, sobre la línea de horizonte, está el caído vestido transparente. Abajo, en el dominio de los Solteros, invisible, hay un "enfriador de alerones", en vidrio transparente. En la misma línea, a la derecha, está el sistema Wilson-Lincoln, que tampoco se ve. Es una trampa óptica, prismas que hacen ver el mismo rostro desde un lado como Wilson y, desde el otro, como Lincoln. A la derecha, sobre el horizonte, otro personaje no pintado: el Juglar de la Gravedad. Su forma habría sido la de un resorte espiral sobre una mesita de tres patas, rematado por una suerte de charola sobre la que rodaría una bola negra. El Juglar debería danzar sobre el vestido. Siendo un resorte, es elástico y crece hasta rozar la zona de los Nueve Tiros y ofrecer a la Novia su bola.

En la mitad inferior, en el lado izquierdo, está el grupo de los Nueve Moldes Machos o Cementerio de Libreas y Uniformes o Matriz de Eros. Los solteros carecen de personalidad real. Son trajes vacíos, piezas huecas que infla el gas de alumbrado. Los Solteros son la base arquitectónica de la Novia, que se transforma en una apoteosis de la virginidad. La "Máquina-soltero" es una "máquina de vapor con un basamento de mampostería sobre una base de ladrillos". Provista de un "engranaje atormentado", da nacimiento a su "parte-deseo". Por esto, pasa a ser "motor de explosión", pero este está separado de la Novia por el "enfriador en vidrio transparente" y se confunde con el vetido-horizonte. En el Gran Vidrio no aparecen las piezas. Toda esta descripción también discrepa con la carta tipográfica de Hamilton. La base de ladrillos está atrás de los Nueve Moldes y es el zócalo de la Novia. En Dados, el ensamblaje del Museo de Arte de Filadelfia, se ve perfectamente la pieza de mampostería y el muro de ladrillos. Por un boquete entre estos se ve a la Novia en su froma tridimensional, una muchacha rubia y desnuda recostada sobre un lecho de ramitas. Más allá, en la colina boscosa, se ve el semicírculo plateado de la cascada.

Las diferencias entre el universo de la Novia y el de los Solteros son enormes. Las formas principales de la Máquina-soltero son imperfectas, mensuradas... En la Novia son más o menos grandes o pequeñas, pues no tienen mensuración. El dominio de los Solteros está regido por la perspectiva clásica; el de la Novia por una geometría libre. Mundo de formas libres, no mensurables y difícilmente visibles: mundo de indeterminación donde la casualidad a desaparecido o, si subsiste, obedece a leyes y principios distintos a los de abajo. El dominio de los Solteros es el de la medida y la casualidad: el de nuestra geometría en dos y tres dimensiones, el de las formas imperfectas. Duchamp pone nociones populares de la física moderna al servicio de una metafísica de origen neoplatónico. Para Plotino y sus seguidores de los ss. XV y xvi, el Uno y sus emanaciones (Ideas) eran formas libres y escapaban a las medidas de los sentidos. La geometría es la rendija por la que más o menos vemos las verdaderas formas.

La Novia tiene un centro-vida, pero los otros no. Viven por las materias primas, sacadas de sus no ellos. La Novia, forma liberada, es autosuficiente; los otros, sometidos a la geometría y la perspectiva, son moldes huecos llenados por el gas de alumbrado. Son uniformes y libreas.

Los Nueve Moldes Machos están unidos al Tamiz por un sistema de tubos capilares (unidades métricas de longitud caprichosa). El Tamiz es "la imagen invertida de la porosidad" y está compuesto por siete sombrillas en semicírculo. El polvo se usa en estas como una especie de color (pastel transparente). M.D. hizo "criaderos de polvo sobre vidrio" de distintos meses, encerrados herméticamente. El Tamiz tiene una bomba aspiradora y, cada sombrilla, agujeros que facilitan la circulación. La última tiene una "batidora-ventilador" en forma de mariposa. Por sus funciones y extrañas transformaciones en su interior, el Tamiz es una suerte de Cámara de las Metamorfosis.

Entre los Moldes y este está la Corredera, un carrito con patines (Trineo). Se presenta en "traje de Emancipación" y esconde en sí el paisaje del Molino de agua, movido por una Cascada. Es invisible, pero la Caja Verde la describe como un surtidor llegando de lejos en semicírculo, por encima de los Moldes. Los patines de la Corredera se deslizan sobre un riel subterráneo. El Molino propulsa el carrito. Con un mecanismo que incluye, entre otros, la caída de una botella de benedictino, la Corredera tiene un movimiento de vaivén. El segundo movimiento es un fenómeno de inversión de frotamiento, que se transfroma en fuerza de regreso igual a la de ida. El carrito está hecho de metal emancipado.

A la ida y vuelta, recita interminables letanías, que son el tema de los Solteros. Estos las oyen y quieren salir de sí mismos, pero no pueden. El peso de la botella de benedictino es más denso a la bajada, está en continuo movimiento. Así expresa la libertad de indiferencia, la única a que podemos aspirar en este mundo de relaciones horizontales.

El Molino de Chocolate ocupa el lugar central del dominio de los Solteros, pero sus funciones son reducidas. Está compuesto por un "chasis Luis XV", rodillos, una "corbata" rematada por "cuatro puntas muy puntiagudas a cada lado" y la bayoneta que sostiene a las Grandes Tijeras. El continuo movimiento giratorio de los rodillos se debe a la acción de un "principio de espontaneidad". Las Tijeras se abren y cierran por el vaivén de la Corredera, cuyas salmodias ritman el movimiento.

A la derecha están los Testigos Oculistas, otra especie equívoca. Están representados por tres círculos, como los discos y diagramas de los cartones de los establecimientos ópticos para probar la vista. Arriba hay otro, más pequeño, que debería haber sido un lente de aumento.

Abajo está la Cuesta o Plano del escurrimiento, con forma de tirabuzón. Esto se parece a los Nueve Tiros. Se llama Regíon de la Salpicadura y termina en una Pesa móvil con nueve agujeros. Ningún detalle fue pintado. Igual pasa con el último elemento arriba de los Testigos, un poco a su izquierda: el Combate de Boxeo. Consiste en las acometidas de una "bola de combate" contra tres metas colocadas en tres cúspides. El choque de la bola cuando llega a una cúspide desencadena un sistema de relojería que hace caer a dos arietes, regido por un resorte de acero rojo. Acabado, la bola regresa y las ruedas dentadas de relojería remontan los arietes, que sustentan al vestido, a su punto de partida.

El Gran Vidrio tiene varias buenas reproducciones. Para O.P., la mejor y más fiel es la de Vicente Rojo. Una comprensión más clara del funcionamiento de las partes requiere consultar el croquis de 1965, donde Duchamp numeró todos los elementos y trazó con tinta roja los faltantes. Un guía claro es la carta tipográfica de Hamilton, los esquemas de Jean Suquet y los documentos de las Cajas Verde y Blanca.

La obra es el desnudamiento. El strip-tease es un espectáculo, una ceremonia, un fenómeno fisiológico y psicológico, una operación mecánica, un proceso físico-químico, una experiencia erótica y espiritual, todo junto y regido por la meta-ironía. Es la pintura de una física "recreativa" y una metafísica que se balancea entre el erotismo y la ironía. Figuración de una realidad posible pero, por pertenecer a una dimensión distinta, invisible. Es una representación estática del movimiento. Vemos un momento de un proceso, la Novia alcanza su "florecimiento", consecuencia de su desnudamiento y antecedente de su orgasmo.

La ceremonia comienza con la Novia y su iniciativa. Tiene un "centro-vida", fuente de la "aguja-pulso" que sostiene en equilibrio al "cilindro-sexo" ("avispa"). La Novia es un tanque de gasolina de amor. Su autonomía, su soberanía, es un atributo de su naturaleza, es un motor, es esa potencia tímida misma. La gasolina viene de la Novia, es una secreción de la "avispa". La esencia de la Novia, en el sentido químico-fisiológico y en el ontológico, es el deseo, un lubricante y su ser mismo. Es el deseo de ser.

Otra propiedad es tener un sistema de ventilación, "una corriente de aire interior", un soplo vital: el ánima o espíritu de la Novia. Es responsable del movimiento vibratorio de la "aguja-pulso". El "cilindro-sexo", excitado por esto y lubricado por la gasolina, "escupe en el tímpano el rocío que debe alimentar los vasos de la pasta de filamentos", contenidos en una jaula y transformados en una "llama consistente" durante el "florecimiento".

La corriente de aire cálido, que pone en movimiento las partes, es una metáfora del alma deseante y la sexualidad. M.D. imagina los suspiros y ayes de deseo como los resoplidos y detonaciones del motor de un auto que sube una cuesta. Llega hasta los 3 Pistones, encargados de transmitir sus mandamientos, que se pueden reducir a uno solo. Hay dos versiones: en una, la corriente en forma de descargas eléctricas y chispas del "magneto-deseo" llega hasta la Matriz de Eros y despierta a los Solteros; y, en la otra, los suspiros y deseos son aire que pasa a través de los 3 Pistones y se transforma en unidades alfabéticas. Los Pistones se convierten en los soportes de la Inscripción de Arriba. Una pieza del Ahorcado hembra es el buzón eléctrico o la matriz de letras. Contiene un alfabeto ideográfico, en el que cada signo o grupo de signos es una unidad irrepetible. Carece de sinónimos y es intraducible. Está hecho de "palabras primas, divisibles sólo por ellas mismas y por la unidad". Se inscriben sobre las 3 Redes, una inscripción móvil e instantánea del Deseo: su escritura es particular pero su lectura, universal.

En el mundo de abajo, la vida es lenta, viciosa y circular, pero, sacudidos por los mandamientos eléctricos de la Novia, los Solteros despiertan. El gas de alumbrado los infla y la presión lo impulsa a escapar hacia arriba, por los tubos capilares. "Por un fenómeno de estiramiento en la unidad de longitud", el gas se encuentra congelado, solidificado y transformado en palillos elementales" o "agujas finas y sólidas". Estas, empujadas por la presión, salen de sus tubos, se rompen y se convierten en "lentejuelas ligeras". Conservan su "tinte macho" y tienden a subir. El deseo es ligero y viola las leyes de la pesantez. Las lentejuelas, en su ascensión, son absorbidas por la primera sombrilla.

Es patente la ambivalencia, ley que rige al Gran Vidrio y consecuencia de la introducción del disolvente ironía en cada fenómeno. Por un lado, el viaje de las lentejuelas es un descenso a los infiernos; pero, por otro, es un paseo adolescente en un luna-park. Estas pierden la orientación y se confunden. Habían conservado su forma "macha" pero, por el mareo, pierden su individualidad y olvidan su "idea fija ascencional". Sólo les queda "el instinto de cohesión". Así llegan al final, donde las espera el "ventilador en forma de mariposa" que, al girar, las convierte en "una sustancia que recuerda a la glicerina rebajada en el agua", tranformadas en artículo de perfumería y líquido explosivo. Se precipita por la Cuesta en forma de tirabuzón y se estrella tres veces. Estruendo y salpicadura.

El líquido explosivo cae y sale disparado hacia arriba. Las Tijeras, que dirigen la circulación, le cortan las alas y regresa para tomar otro camino. La Pesa con los nueve agujeros lo recoge, lo canaliza y lo conduce hacia arriba. Penetra en el gabinete de los Oculistas. Deslumbramiento y metamorfosis: la Salpicadura se convierte en Escultura de Gotas. Prosigue su vuelo, lanzada hacia la mitad superior del Vidrio, "al encuentro de los Nueve Tiros". Es un lanzamiento "espéjico": cada gota se ha transformado en su imagen. En resumen, todo son mutaciones.

La Escultura se transforma en algo que mira y tropieza con el horizonte: el vestido. Sufre entonces una transformación: "Devolución espéjica. Cada gota pasará los tres planos en el horizonte entre lo perspectivo y lo geometral de dos figuras que estarán indicadas en esos tres planos por el sistema Wilson-Lincoln". Las gotas pasan entre estos dos estados de la misma figura. Cambian las formas, no las esencias. Universal anamorfosis: cada forma es la proyección de otra. La Caja Blanca distingue entre apariencia y aparición: casi siempre vemos la apariencia de los objetos. La aparición es el molde del objeto: su esencia.

Hay una rima entre la imagen de la Escultura de gotas y los Nueve tiros. La primera es la proyección del gas de alumbrado tras sus metamorfosis y su final transfiguración. La segunda es "la proyección de los principales puntos de un cuerpo de tres dimensiones". Con el máximo de destreza, esta se reduciría a un punto. Con una destreza ordinaria, como ocurre, la proyección sería una desmultiplicación del blanco. Los tiros y gotas "espéjicas" son proyecciones del deseo, que nunca da en el blanco. La mayor o menor lejanía del blanco en cada tiro, es recuerdo. Vemos la memoria (imprecisa, infiel) de lo que es realmente. Hay una nueva aparición del neoplatonismo, voluntario o reflejo. La realidad real es elusiva porque vive en otra dimensión. Nada de lo que vemos, tocamos y pensamos tiene consistencia real. Entre nosotros y la realidad real se interpone el horizonte, el vestido de transparencia engañosa, la trampa de claridades del prisma Wilson-Lincoln. Pero, el objeto es el mismo.

Celeste es la zona que se extiende a la derecha de la mitad superior, por colindar con la Vía Láctea y porque los tres elementos que la configuran son tres constelaciones hechas de puntos y sombras luminosas. La primera es la región de los Nueve Tiros; la tercera, la Imagen de la Escultura; y, la intermedia, las Sombras Proyectadas. Duchamp imagina un método para "obtener un análisis hipofísico de las transformaciones sucesivas". El objeto debería haber sido "establecido como una escultura en tres dimensiones", en consonancia con las preocupaciones intelectuales de Duchamp. Es asombrosa la correspondencia entre los Nueve tiros, las Sombras Proyectadas y la Imagen de las gotas. La dualidad empieza a revelarnos su sentido: abajo el mundo de aquí; arriba, el de la realidad, las esencias y las ideas. Arriba las apariciones y abajo las apariencias, lo que tocamos y vemos, lo que podemos medir y pesar. Las formas de arriba son relativamente reales porque son proyecciones de las verdaderas formas de la cuarta dimensión. Nosotros somos la proyección del mundo de arriba y nuestro deseo es la nostalgia.

Mientras una proyección de las gotas de la Salpicadura pasan por la metamorfosis, otra atraviesa el lente de aumento de arriba de los tres círculos oculistas. El lente las transforma en rayo de luz. Otra vez la portadora del magnetismo universal. El lente lanza el rayo contra la bola de combate, que salta y acomete la primera cúspide. Desencadena el movimiento de relojería del Combate de Boxeo. Primera caída de los arietes que sostienen en vestido, primer sobresalto del Juglar. Segundo ataque, "muy brusco": nueva caída, desencadenamiento del primer ariete y pirueta del Juglar. Tercer ataque, "directo", desencadenamiento del segundo ariete, el Juglar salta como lo que es y eleva su charola hasta la "llama consistente" en que se manifiesta el deseo. Los dos arietes arrastran al vestido-horizonte. El Juglar, sobre una inestable mesa de tres patas, danza, culminando el desnudamiento.

Los tres "florecimientos" acompañan a estos fenómenos. El primero se debe al desnudamiento por los Solteros y esta gobernado eléctricamente. Entre la Novia y los Solteros no hay contacto directo sino a distancia. Duchamp compara este a la "sacudida lacinante de la manecilla grande de los relojes eléctricos". La Novia acepta este desnudamiento y proporciona "la gasolina de amor" a las chispas y "añade al primer foco de chispas el segundo de su magneto-deseo. El primer "florecimiento" provoca el segundo, donde la Novia deseante imagina voluntariamente su desnudamiento. Es una sensación estrechamente ligada al "árbol-tipo", se expresa "en ramas escarchadas de níquel y platino". Los dos "florecimientos" son el tercero, "compuesto físico de las dos causas (Solteros y deseo imaginativo) no analizable por la lógica". Es el "florecimiento cinemático", que se manifiesta como Vía Láctea color carne, "aureola de la Novia y sus vibraciones espléndidas" La pintura será el inventario de los elementos del florecimiento, de la vida sexual imaginada por ella". En el último estado de la Novia, los Solteros desaparecen. La operación es circular: comienza en el Motor-deseo de la Novia y termina en ella. Un mundo autosuficiente. No necesita espectadores porque los incluye: los Testigos Oculistas.

En realidad la composición debería tener tres partes: plástica, literaria y sonora. Es una trasposición al mundo de las máquinas de los ayes y suspiros del erotismo. Es una pintura mural (transportable) que representa la Apoteosis de la Novia, un cuadro, una sátira del maquinismo, un experimento artístico (pintura de vidrio), una visión del amor.

Entre todas las interpretaciones, la del psicoanálisis es la más tentadora y fácil: onanismo, destrucción (o glorificación) de la Madre-Virgen, castración (Tijeras), narcisismo, retención (síntoma anal), agresividad, autodestrucción. La desventaja es que sus autores consideran las obras únicamente como síntomas o expresiones de tendencias psíquicas; la explicación psicológica convierte a la realidad (cuadro) en sombra y a la sombra (enfermedad) en realidad. Las realidades psicológicas y las del arte viven en distintos niveles de significación. El Gran Vidrio es una versión del mito venerable de la gran Diosa, la Virgen, la Madre, la Exterminadora donadora de vida. Es la visión moderna del Mito.

En una entrevista con J. Schuster, Duchamp cuenta el origen de la obra: las barracas de las ferias (1912) le inspiraron. La Novia es un muñeco; los lanzadores de bolas, sus solteros; los Testigos Oculistas, el público; la Inscripción de Arriba, el marcador del juego. La idea de representar a los machos como solteros uniformados es popular. El soltero guarda intacta su virilidad, pero el casado la dispersa y se feminiza. El casado, según T. Segovia, es visto por sus compañeros como un traidor a su propio sexo. Esto expresa el terror adolescente frente a la mujer y la fascinada repulsión de sus escondidos órganos sexuales. El uniforme preserva la masculinidad porque pertenece a los hombres (separación entre sexos) y los agrupa (colectividad). Tras la mascarada moderna hay otra realidad, arcaica y fundamental: la separación entre los hombres y la Mujer, el culto ambiguo que le profesan y el dominio de esta sobre ellos.

Destaca la separación infranqueable entre los machos y la Novia y la dependencia de los primeros; no sólo los despierta el llamado de la Virgen, sino que toda su actividad, mezcla de adoración y agresión, es una actividad refleja, suscitada por la energía que emite la mujer y dirigida por ella hacia ella. También es significativa la división especial en dos mitades: el abajo de los machos (infierno monótono y chabacano) y el arriba solitario de ella, a la que ni tocan los disparos-plegarias de sus Solteros. Arriba están la energía y la decisión, abajo la pasividad en su forma más irrisoria: la ilusión del movimiento, el auto-engaño (creen en su existencia por la acción de un espejo que les impide verse en su cómica irrealidad). Lo más notable es el carácter circular e ilusorio de la operación: todo nace de ella y vuelve a ella. Esto encierra una paradoja: está condenada a ser virgen. La maquinaria erótica es imaginaria, sus machos no tiene realidad propia y la única que ella conoce y la conoce es refleja: la proyección de su Motor-Deseo. Ella nunca entra en relación con la verdadera realidad masculina ni la realidad real.

En esta versión falta el héroe (enamorado) que rompe el círculo, quema su librea o uniforme, atraviesa la zona de la gravedad, conquista a la Novia y la libera al romper su virginidad. Algunos críticos ven un mito de castración, una alegoría del onanismo o una visión pesimista del amor: la unión verdadera es imposible. Esta interpretación es insuficiente. Destaca la naturaleza circular: el Motor-Deseo hace salir a la Novia de ella misma y la encierra más totalmente en su propio ser.

La imaginería tántrica de Bengala y su explicación filosófica ofrecen más de una coincidencia con el Gran Vidrio y la Caja Verde: Kali y la Novia, los Testigos Oculistas y las dos acompañantes, la pasividad masculina y la actividad femenina. En ambos, asistimos a una operación circular que desvela la realidad fenomenal del mundo (la ex-pone) y, a la vez, le niega toda realidad de verdad. Esta coincidencia constituye la esencia de ambas. Las semejanzas no implican relación directa entre ellas, pero tampoco es casual. Son dos versiones distintas e independientes de una misma idea, quizá de un mito que se refiere al carácter cíclico del tiempo. Sus versiones son respuestas a las imágenes tradicionales que ambas civilizaciones se han hecho del fenómeno de la creación y la destrucción, la mujer y la realidad.

Hay otra representación de Kali que hace más palpable la semejanza. La Diosa alimenta al mundo y a sí misma con su sangre; como la Novia pone en movimiento a sus Solteros sólo para satisfacerse y desnudarse. En el primero se relata la operación en términos míticos y de sacrificio; y, en el segundo, en términos de pseudomecánica que no excluyen el sacrificio. También está la separación en dos del cuerpo femenino: la Diosa y su cabeza, la Novia y su Motor. La subdivisión de ambas en una parte activa y otra receptiva son a su vez consecuencia de otra división; son proyecciones o manifestaciones de algo que la imaginería hindú representa de un modo mítico y Duchamp conserva invisible. Kali y la Novia son una representación y el mundo real una segunda. El movimiento circular es la reintegración de la energía dispersada por la danza o el deseo, sin que nada extraño la enriquezca o cambie. Todo es imaginario.

Ninguna es autosuficiente. Si Kali y la Novia son una proyección o representación, ¿cúal es la energía o entidad que las proyecta? El mito hindú relata el origen de la Diosa (Diosa negra de ocho brazos): abdicación del poder masculino en favor de una deidad femenina que acabará con el monstruo. La energía y el mundo fenomenal son representaciones o manifestaciones del absoluto. La energía es femenina porque la mujer es creación y destrucción y el mundo fenomenal es Maya, la ilusión. La Novia es una proyección de la cuarta dimensión (desconocida).

Duchamp declaró que la génesis del Vidrio es exterior a toda preocupación religiosa o antirreligiosa. Se expresa más claramente en una carta a Breton: "Para mí hay otra cosa distinta al sí, al no o al indiferente- p.ej.: ausencia de investigación en ese dominio". No ha representado el Motor del Motor-Deseo porque es una realidad sobre la que no sabe nada.

En su silencio aparece la primera y más notable diferencia entre la explicación tradicional y la moderna. Una afirma el mito, le da un sustento metafísico o racional; la otra lo pone entre paréntesis. No es una afirmación (actitud metafísica) ni una negación (ateísmo) ni una indiferencia (agnoticismo escéptico). Su versión es irónica: crítica. Se burla del mito tradicional (reduce el culto a la Diosa a un mecanismo grotesco donde el deseo se confunde con la conbustión de un motor, el amor con la gasolina y el semen con la pólvora de artificio), de la concepción positivista del amor y de toda la "modernidad" ("cientismo", positivismo, tecnología...). Es una pintura infernal y bufona de lo que el hombre moderno ha hecho con el amor. Convertir al humano en una máquina es peor que una degradación. El erotismo vive en las fronteras de lo sagrado y lo maldito. Ambas categorías son inseparables: si el cuerpo es sexo e impulso animal, el erotismo es una monótona función de reproducción; si la religión se separa, se vuelve árida preceptiva moral.

Las máquinas envejecen más rápido que nosotros, se gastan y se sustituyen; los cuerpos envejecen y mueren, pero son el mismo. El cuerpo es inmortal porque es mortal. Duchamp no pinta cuerpos radiantes y perecederos, sino máquinas opacas o rechinantes. La comicidad del esqueleto es patética; la de la máquina es helada. El primero nos hace reír o llorar y, el otro, produce un horror de indiferencia. La crítica es doble: crítica del mito y de la crítica. En el primer momento, traduce los elementos míticos a términos mecánicos y los niega; en el segundo, traslada los elementos mecánicos a un contexto mítico y los niega. Esto produce un perpetuo equilibrio sobre el vacío.

Algunos dan un significado teológico a la división en dos mitades y señalan que corresponde a la antigua idea de supramundo e inframundo. Harriet y Sidney Janis consideran que la parte inferior es el infierno, gobernado por las leyes de la materia y la pesadez; y, la superior, es la región aérea y de levitación. Esto tiene parte de verdad, pero es incompleto y aventurado. Lebel ve un antimundo, que refleja las obsesiones y temores del artista, sobre todo las infantiles e inconscientes. El Gran Vidrio es la proyección del deseo de la Novia, que es la proyección de una dimensión (Idea) desconocida. Lebel añade que pertenece a la estirpe de obras como el Jardín de las delicias de J. Bosch. La compración es justa, pero incompleta. La pintura religiosa cristiana es trinitaria o tripartita: mundo, infierno y cielo. La oposición dual es maniquea. La división no es la de cielo e infierno: las dos son infernales. La línea divisoria alude a una separación de poderío y es, si se quiere, de naturaleza ontológica. Pero, esta se revela ilusoria como toda la obra: somos víctimas de un espejismo. Todo ha sido una representación, una proyección.

Esta composición continúa la gran tradición de la pintura de Occidente y se opone con violencia a lo que desde el impresionismo llamamos pintura. Duchamp quería hacer una pintura donde el tubo de colores fuese un medio. Tuvo la misma concepción que los religiosos del Renacimiento: la pintura pura no le interesa en sí ni como finalidad. Para él, la finalidad era una combinación o una expresión que sólo la materia gris puede producir. La obra continúa la tradición porque se rehúsa a convertir a la sensación estética en un fin y por ser monumental – no sólo por las proporciones sino porque el Gran Vidrio es un monumento. La divinidad es un ser invisible y quizá inexistente: la Idea.

La ironía es esencial, contrarresta un elemento "demasiado serio como el erotismo" o demasiado sublime como la Idea. La empresa era contradictoria. La fe medieval fue remplazada por las imponenetes construcciones de la matefísica occidental pero, a partir de Kant, todo se desmoronó y desde entonces el pensamiento fue crítico y no metafísico. Tenemos crítica y no ideas, métodos y no sistemas. El Gran Vidrio es pintura de ideas porque es un mito crítico. Es el Mito de la Crítica: la pintura de la única idea moderna. Mito crítico: crítica del mito religioso y erótico de la Novia-Virgen en términos del mecanismo moderno y mito burlesco de nuestra idea de la ciencia y la técnica. Mito de la Crítica: pintura-monumento que cuenta un momento de los avatares de la Crítica en el mundo de los objetos y de las relaciones eróticas. La pintura de la Crítica exige que ella y su autor sean críticos o participen del espíritu crítico. Es una obra vuelta sobre sí misma, empeñada en destruir lo que crea. La ironía transforma a la crítica en mito.

Con Duchamp y otros poetas del s.XX, la ironía se vuelve contra sí misma. El Gran Vidrio está en la frontera entre el mundo de la "modernidad" que agoniza y el nuevo sin forma que comienza. La Novia... continúa la gran tradición de la pintura occidental, es signo, Idea. Duchamp rompe con esta, aplica la crítica a la Idea y al acto de pintar. Es el único pintor moderno que continúa la tradición occidental y uno de los primeros en romper con el arte u oficio de pintar. Se dice que muchos artistas han sido pintores de ideas, pero estas son subjetivas; sus mundos, casi siempre fascinantes, son privados, mitos personales. Duchamp es público. También se señalan otros que son pintores de ideas sociales: pintura-programa, a veces arte de propaganda y otras vehículo de ideas simplistas sobre la historia y la sociedad. El arte de M.D. es intelectual y revela el espíritu de la época: el Método, la Idea crítica cuando reflexiona sobre sí misma (reflejo).

Casi siempre la poesía se adelanta y prefigura las formas que tendrán otras artes. Duchamp subrayó el origen verbal, poético, de su obra. Para él, el arte debía volver a la dirección trazada por Mallarmé: ser una expresión intelectual y no sólo animal. El parecido de ambos viene de su radicalismo. Los dos se enfrentan a lo mismo: en el mundo moderno no hay ideas sino crítica. Pero ninguno se refugia en el escepticismo o la negación. El papel del azar en Mallarmé es el del humor, la meta-ironía, en Duchamp. En ambos el tema es la crítica.

Duchamp tranforma a la crítica en mito y a la negación en una afirmación tan provisional como la de Mallarmé. El poema (Un coup de dés) y el cuadro son dos versiones distintas del Mito, uno en el modo solemne del himno y el otro en el del poema cómico. Las semejanzas aumentan si pasamos a la forma. Mallarmé inaugura una forma poética con una pluralidad de lecturas. Cuenta total en perpetua formación: no hay interpretación final porque la palabra última del poeta no es una palabra final. El inacabamiento del cuadro es semejante: es un espacio abierto que provoca nuevas interpretaciones y evoca el vacío en que se apoya la obra. Este es la ausencia de la Idea. El himno y el vidrio son textos donde la especulación, la idea o "materia gris", es el personaje único (elusivo). La cuenta total en formación del poeta jamás se completa. El cuadro es un vidrio transparente: un monumento inseparable del lugar que ocupa y el espacio que lo rodea: es un cuadro inacabado en perpetuo acabamiento. Imagen que refleja a la imagen de quien la contempla, jamás la veremos sin vernos. Ambas son obras en busca de significación.

La influencia de la obra y la persona de Duchamp, si olvidamos la descendencia de su obra pictórica y la de los ready-made, se concentra en: dadá, el surrealismo y la pintura contemporánea angloamericana. Picabia y Duchamp presintieron, prepararon y animaron la explosión de dadá e insertaron elementos y tendencias ausentes en los representantes ortodoxos del movimiento. Querían abrir un corredor de humor que desembocaría en el surrealismo. Dadá era negativo y acusador. La actitud de Duchamp en el surrealismo obedece a la misma dialéctica: en pleno delirio regresa a ciertos gestos dadaístas y mantiene viva una tradición de humor y negación que el movimiento tal vez habría descartado.

La influencia de M.D. en la pintura angloamericana es un ejemplo. La pintura yanqui contemporánea ha vivido dos periodos. En el primero, los pintores tuvieron la influencia de los muralistas mexicanos y, después, la más determinante de los surrealistas (fueron decisivos Masson y Matta). Esto le debe poco a Duchamp; el "expresionismo abstracto" no es de su gusto. El segundo grupo (jóvenes) sería impensable sin su amistad, presencia e influencia. El pop-art ostenta una semejanza superficial con el gesto de Duchamp y la actitud de Picabia. El humor pop carece de agresividad y sus profanaciones están inspiradas en el ¿y por qué no? Es pasivo y conformista. No busca la inocencia ni la "vida anterior", aunque cae en lo sentimental. Los bruscos accesos de brutalidad son una manera de contrarrestar eso. Es una típica reacción nacional. Nadie menos sentimental que Duchamp (artista seco); Picabia era exuberante, pero no podía gemir ni sonreír ante un público-espejo como el artista pop. El común denominador de M.D. y Picabia era la desesperación lúcida. El gran maestro de los pintores pop es Schwitters, quien llamó a su arte de basuras y desechos Merz. Un "dolorismo" salvado por el humor y la fantasía pero no exento de self-pity. Duchamp y Picabia vivieron en continuo combate contra la masa y la minoría, pero el pop-art era un populismo de gente acomodada.

El caso de Rauschenberg, Johns y otros es distinto. La pintura de Johns es rigurosa: un ejercicio de tiro al blanco (metafísico). Rauschenberg tiene gran sensibilidad e instinto de pintor. Las preocupaciones de ambos son parecidas a las de Duchamp. Son intrépidos y están en perpetua exploración.

Pintor público no quiere decir popular. Para Duchamp el arte es un secreto y debe compartirse y transmitirse como un mensaje entre conspiradores. No quiere acabar ni en la Academia ni con los mendigos pero prefiere la suerte del paria a la del "artista asimilado". Su actitud es una crítica total y, sobre todo, de la modernidad. La historia de la pintura moderna podría describirse como la transformación de la obra en objeto artístico: tránsito de la visión a la cosa sensible. Los ready-made fueron una crítica del gusto artístico y del objeto de arte. El Gran Vidrio es la última obra significativa occidental.

Se acumulan las imitaciones de los ready-made: degradación del gesto único en aburrido rito colectivo. Tras la segunda guerra mundial asistimos al fin de la "cosa sensible": la pintura retiniana reducida a una manipulación óptica. La alianza de crítica y creación distinguía al arte moderno del antiguo; la extirpación del elemento crítico equivale a una castración y la abolición del significado nos enfrenta a una producción no menos insignificante, aunque más numerosa, que la del periodo retiniano. En esa época se sustituye el antiguo reconocimiento por la publicidad.

Duchamp parece negar la existencia de las obras y proclamar un nihilismo ingenuo. Según él, el artista nunca tiene plena conciencia de su obra. El espectador juzga el cuadro por lo que ve; esto nunca es objetivo: interpreta y "refina" lo que ve. Este crea una obra distinta a la imaginada por el artista pero, entre lo que el artista quiso hacer y lo que el espectador cree ver, hay una realidad: la obra. Sin ella es imposible la recreación del espectador. Una obra es una máquina de significar. Sólo el espectador puede poner en movimiento el aparato de signos que es toda obra. En los ready-made la relación es de oposición: son objetos hechos contra el público. Duchamp afirma que la obra es un objeto de invención y creación. Intenta reconciliar arte y vida, obra y espectador. Arte fundido a la vida es arte socializado, el más difícil. Obliga al espectador y al lector a convertirse en un artista y un poeta.

En 1923 Duchamp abandonó el Gran Vidrio. Su actividad se volvió aislada y discontinua y su única ocupación permanente fue el ajedrez. Su inactividad fue la prolongación natural de su crítica: meta-ironía. Lo que denuncian sus ready-made y otros gestos es la concepción del arte como una cosa (artística) que podemos separar de su contexto vital y guardar. Para los antiguos, Duchamp y los surrealistas el arte es un medio de liberación, contemplación o conocimiento, una aventura o una pasión.

El silencio de Duchamp es abierto: afirma que el arte es una de las formas más altas de la existencia, a condición de que el creador escape a una doble trampa: la ilusión de la obra y la tentación de la máscara del artista. La primera hace de una pasión una prisión y la otra de una libertad una profesión. M.D. es intensamente humano y la contradicción es lo que distingue a los hombres de los ángeles, animales y máquinas. Su "ironía de afirmación" es un procedimiento dialéctico destinado a minar la autoridad de la razón. No es un irracionalista: aplica a la razón una crítica racional.

Duchamp es un clown. La libertad no es un saber sino lo que está despues del saber. Es un estado de animo que admite la contradicción y busca en ella su alimento y fundación. Gracias al humor de M.D. se defiende de su obra y de nosotros. Su actitud nos enseña que el fin de la actividad artística es la libertad. La obra es el camino. Esta libertad es ambigua, condicional. La relación de Duchamp con sus creaciones es indefinida y contradictoria. Las ha regalado con frecuencia: son instrumentos de liberación. En su abandono de la pintura hay sabiduría. Sabiduría y libertad, vacío e indiferencia se resuelven en pureza. Algo que brota espontáneamente después de pasar por ciertas experiencias.


2 *Water writes always in* plural:


Apollinaire hizo tres juicios sobre Duchamp, incompatibles entre sí y verdaderos. En uno le asigna la misión de "reconciliar al arte y al pueblo". En otro afirma que él es uno de los pocos que no temen "incurrir en el reproche de hacer una pintura hermética y abstrusa". El tercero es tan perentorio, arbitrario y contradictorio: "Duchamp es el único de la escuela moderna que se interesa en el desnudo".

Los ready-made fueron un puntapié al "objeto de arte" para colocar en su sitio a lo anónimo que es de todos y de nadie. Fueron una subversión contra los privilegios excesivos y minoritarios del gusto artístico. La Novia... sí une al arte y al pueblo. Adopta la forma de esas ilustraciones de los catálogos de maquinaria industrial y es un monumento cuyo tema es popular y tradicional: la apoteosis de la Novia al ser desnudada.

A pesar de su doble carácter público, el Gran Vidrio es una obra secreta. La composición e sla proyección de un objeto que no podemos ver con los sentidos; vemos sólo una de sus manifestaciones en el modo mecánico-irónico. Una virgen que es una máquina nos presenta la adivinanza. Para afrontar el enigma contamos con lo que quede de inocencia y con un guía seguro y hermético (la Caja Verde y la Blanca). El monumento público se transforma en un laberinto sexual y mental: la Novia es un cuerpo de reflejos, alusiones y transparencias.

La Novia... es un desnudo, un esqueleto. Mito erótico y negación del mito por la máquina, monumento público y obra secreta, desnudo que es un esqueleto y esqueleto que es un motor, La Novia... es la imagen de la contradicción, más aparente que real: vemos momentos y estados de un objeto invisible. Es un cuadro-bisagra que al desplegarse o replegarse, física y mentalmente, muestra otras vistas, otras apariciones del mismo objeto elusivo.

Gracias al uso de la idea de gozne, las puertas e ideas de M.D. se abren sin dejar de estar cerradas y viceversa. Si nosotros acudimos a lo mismo, la expresión "cuadro de bisagra" revela otra: "retardo en vidrio". Al comparar las acepciones de retard hay, además de los significados usuales, otro de orden musical: "Retardo. Mús. Sonido de un acorde que no se resuelve con este, se prolonga hasta el siguiente y se resuelve en él". Al girar sobre su gozne, el "retardo en vidrio" lleva a otra composición que es su resolución. Esa, acorde final, es el Ensamblaje del Museo de Filadelfia.

El Ensamblaje está en una pequeña habitación vacía, sin ventanas. Al fondo, en un mortal de ladrillo rematado por un arco, hay una vieja puerta de madera carcomida, remendada y cerrada por un tosco travesaño de madera claveteado. Arriba a la izquierda hay un ventanuco también clausurado. La puerta opone al visitante su materialidad de puerta: no hay paso. Pero si se acerca, ve dos agujeritos a la altura de lo ojos. Si mira, ve, primero, un muro de ladrillo hendido y, a través del hueco, un gran espacio luminoso y como hechizado. Muy cerca y lejos a la vez hay una muchacha desnuda, tendida sobre una suerte de lecho, con el rostro casi cubierto por la masa rubia de pelo, las piernas abiertas y un poco flexionadas, el pubis sin vello en contraste con la cabellera, el brazo derecho fuera del rayo visual, el izquierdo apenas levantado y la mano firme empuñando una pequeña lámpara de gas de metal y vidrio. La lucecita parpadea en medio de la luz brillante del día de fines del verano. Al fondo, colinas boscosas, verdes y rojizas; abajo, un pequeño lago y sobre él una tenue neblina. Un cielo azul y nubes blancas. A la derecha, entre rocas, brilla una cascada. La inmovilidad del cuerpo y el paisaje contrasta con el movimiento de esta y de la lámpara. El silencio es absoluto. Todo es real e irreal.

El espectador se retira con alegría y culpabilidad. La relación contradictoria entre arte público y secreto, monumento y prueba de iniciación, se repite: el Ensamblaje nos lleva a su título, este al prefacio de la Caja Verde que se inicia con la misma fórmula seudocientífica, esta al Gran Vidrio y este a nuestra imagen. El juego de correspondencias y reflejos entre el Ensamblaje y La Novia... es turbador y se establece en el plano textual y visual. En ambos el acto de mirar se convierte en el acto de ver a-través de... En uno, a través del obstáculo de la puerta que se convierte en el pasaje visual que lleva al paisaje; en el otro, a través del vidrio donde está la composición y que, por su transparencia, se convierte en un obstáculo a la visión. Reversibilidad: ver a través de la opacidad, no de la transparencia. La puerta de madera y la de vidrio son dos caras opuestas de lo mismo. En ambos nos miramos mirar.

Desde 1913, con excepciones, la obra de Duchamp abandona las vías pictóricas y, sin dejar de ser visual, se convierte en la negación de la pintura. La actitud del artista ante la tradición pictórica está regida por el principio-bisagra. Él lleva hasta sus últimas consecuencias las tendencias de la vanguardia y, al consumarlas, las vuelve sobre sí mismas y las invierte. La negación de la pintura "retiniana" rompe con la tradición moderna y reanuda el vínculo con la corriente central occidental: pintura de ideas. Operación análoga a la del retardo en vidrio, aunque en sentido diametralmente opuesto, la aceleración de lo moderno desemboca en su desvalorización.

El sistema que rige su obra es el mismo que inspira al "efecto Wilson-Lincoln", una variante del principio-bisagra. Reversibilidad generalizada, circularidad de los fenómenos e ideas. Esta abarca al espectador: la Novia está encerrada en nuestra mirada y nosotros en el Gran Vidrio e incluidos en el Ensamblaje. Se opera una inversión radical de la posición de los términos: la subjetividad del artista (o espectador) y la obra.

El arte y la poesía nacen cuando el artista inserta la subjetividad en el orden de la objetividad. Esto sensibiliza a la naturaleza y a la obra y las relativiza. La ironía romántica ha sido el alimento-veneno del arte y la literatura occidental: alimento por ser la levadura de la "belleza moderna", lo único; y, veneno, porque la "belleza moderna", al contrario de la antigua, está condenada a destruirse, se niega. La belleza moderna es bizarra porque es distinta a la de ayer, es histórica.

La juventud de Duchamp coincide con la explosión de los movimientos de vanguardia. Tiene un interés juvenil por Jules Laforgue (lo inspiró), un poeta simbolista que corroe con la ironía la estética simbolista.

Somete la ironía de Laforgue a la acción desorientadora del sistema Wilson-Lincoln y así la vuelve al revés. La ironía moderna, desde el romanticismo, es la acción del mordiente de la subjetividad en la obra; en La Novia... y en Dados... el objeto anexa al yo. El principio Wilson-Lincoln se muestra como una meta-ironía ("ironía de afirmación"). Ironía y subjetividad han sido el eje del arte moderno. Duchamp lo hace girar sobre sí mismo y trastorna la relación entre sujeto y objeto. Siendo singular y distinto al de ayer, polémico e histórico, su arte hace la crítica de la modernidad y cambia signos de inteligencia con el arte del pasado.

La negación de la pintura-pintura no fue una renuncia al arte, sino años de búsqueda y preparación. Sorprende su persistencia, paciencia y coherencia. Sus obsesiones y mitos lo trabajaban: la inacción es la condición de la actividad interior. Realizó formas opuestas y complementarias de la ruptura con el mundo: la profanación pública y el descenso a las catacumbas, la bofetada y el silencio.

Ayudado en su obra clandestina, trabajó de forma más o menos continua desde 1946 hasta 1966.

El Ensamblaje es una combinación de materiales, técnicas y formas artísticas diversas. En los primeros, unos han sido llevados a la obra sin modificación y, otros, modificados por el artista. Así de variadas son las técnicas y las formas de expresión: la iluminación artificial y el ilusionismo teatral de la escena; la acción del invisible motor eléctrico que evoca las técnicas de la juguetería mecánica; la escultura, la fotografía, la pintura y la decoración de vitrinas. Todas recogen experiencias anteriores de Duchamp, pero hay una diferencia entre estas y el Ensamblaje. En las primeras, trata de mostrar lo que está detrás o más allá de la apariencia y, en el otro, parece conectarse con esta. A la descripción simbólica del fenómeno, sucede el fenómeno mismo: la máquina del Gran Vidrio es la representación de un enigma; el desnudo de Dados... es el enigma, su encarnación.

El puente entre La Novia... y Dados... es un dibujo de 1959, que reproduce el Gran Vidrio pero agrega, en el centro, apenas visibles, un esbozo de colinas y, en el extremo derecho, después del Molino, un poste eléctrico con sus hilos de alambre y aisladores. Una nota de la Caja Verde indica que la comunicación de ambas es eléctrica y, en el dibujo, esta idea se expresa de forma directa y material. Tenemos dos imágenes de la electricidad: energía física y psíquica. Con el título insinúa que la comunicación entre los Solteros y la Novia es difícil. En Dados... lo es más, a pesar de poseer una realidad casi táctil. Alude también a la ley que rige la concepción de ambas obras: la causalidad irónica. El conocimiento es un trastorno del lenguaje.

El camino entre La Novia... y Dados... está hecho de reflejos. Los ecos y correspondencias entre ellas pueden extenderse a toda la obra de Duchamp. Cada cuadro, ready-made y juego de palabras está unido a los otros, con un sistema de formas y signos movidos por leyes propias. El paisaje de Dados..., implícito en la Novia..., es un eco de otros tres cuadros donde aparece la misma combinación de árboles, cielo y agua: uno representa al paisaje de su lugar natal (Blainville) (1902), otro es el ready-made: Farmacia (1914) y, el otro, es Claro de luna en la Bahía de Baswood (1953). El motivo del gas se remonta a la adolescencia. La pareja agua/gas aparece continuamente en él.

Una nota de la Caja Verde dice que la Cascada y el Gas de Alumbrado producen a la Novia. Agua y gas son elementos humanos y cósmicos, físicos y psíquicos. Erotismo y causalidad irónica se unen y separan según leyes rigurosas y excéntricas. En La Novia... son fuerzas invisibles y su acción mueve el complicado y tragicómico mecanismo. El agua y el gas operan en la oscuridad y en ella aparecerá la "apariencia alegórica", la Novia, como una "exposición ultrarrápida".

Por ser signos eróticos, se identifica al gas como símbolo masculino y al agua como femenino. Los arquetipos junguianos han caído en un descrédito. Los símbolos han perdido sentido a fuerza de tener tantos y tan contradictorios. Los signos son menos ambiciosos y más ágiles: son las piezas movibles de una sintaxis. Ambos cambian de sentido y género según su posición en el contexto. Por sí solos no significan: son elementos de una relación. Sucede con el aire: aunque es un principio masculino, es femenino el que sale de los orificios del arquetipo de la gran madre junguiana: vasija. La nube, imagen de la indeterminación, indecisa entre ser agua y aire, expresa este carácter ambivalente.

En La Novia... el gas aparece como el elemento determinante de los Solteros. Los inspira (infla) y ellos lo expiran en el doble sentido de la palabra. A pesar de sus aventuras y desventuras, es invisible. En Dados... aparece en su forma más cotidiana y directa: en forma de lámpara fálica de gas empuñada por una muchacha desnuda. En el Gran Vidrio el gas de alumbrado se identifica con los Solteros: es su deseo; en el Ensamblaje los Solteros son reabsorbidos por la lámpara. El onanismo, leit motif de las letanías de la Corredera, pasa de los Solteros a la Novia. El Ensamblaje confirma el carácter imaginario y que los Solteros no existen: son una invención de la Novia, la cuál es una epifanía de otra realidad invisible. El mundo es la representación de una realidad que no vemos.

Al describir la fisiología de la Novia, la Caja Verde menciona la automovilina, gasolina erótica que lubrica sus órganos y posibilita el orgasmo. La Novia secreta la esencia. En el Ensamblaje las ideas se vuelven imágenes y la ironía desaparece. El mejor ejemplo de estos cambios de estado es la Vía Láctea del Gran Vidrio, una nube, una forma gaseosa que ha sido y volverá a ser agua. Es el deseo antes de su cristalización: es la idea fija que ha dejado de ser idea y no es aún realidad sensible. Es la metamorfosis y, en el Gran Vidrio, la manifestación del triple gozo de la Novia al ser desnudada.

M.D. no habla de gas y agua en general sino de Gas de alumbrado y Cascada. En el Gran Vidrio la Cascada no aparece pero sabemos por la Caja Verde su forma y ubicación. Podría ser masculina por estar en el dominio de los Solteros y ser agua corriente. Es una masculinidad dependiente del signo femenino: las cascadas y manantiales aunque masculinas tienen el significado de un hijo. En el Gran Vidrio es parte del mecanismo de seducción de los Solteros y causa de su final fracaso. En el Ensamblaje está en el dominio de la Novia.

En el Gran Vidrio la Cascada es invisible; en el Ensamblaje, visible. Los Testigos Oculistas y nosotros vemos estas apariciones y desapariciones. Sólo ellos (nosotros) pueden decirnos algo (a sí mismo) acerca de la sintaxis de la Cascada y el Gas de alumbrado y del texto en sus conjunciones y metamorfosis.

En el Gran Vidrio la ubicación de los Testigos Oculistas corresponde más o menos a la de los agujeros en la puerta del Ensamblaje. El espectador, como estos, es un voyeur; es un testigo ocular, tanto en el sentido judicial de hallarse presente como en el religioso del que da fe de una pasión o un martirio. Hay más de una analogía entre Joyce y Duchamp: La Novia... y Dados... pueden verse como equivalentes visuales de la Carta de Anna Livia Plurabelle. Los Testigos Oculistas son parte del Gran Vidrio y el mirón del Ensamblaje, pero hay una diferencia entre ellos. No es la primera vez que un artista incluye a quien mira la obra. Lo que en el Gran Vidrio es representación, en el Ensamblaje es acto: nos volvemos voyeurs y testigos oculares. Nuestro testimonio es parte de la obra.

La función de los Testigos Oculistas es central. Refinan (subliman) el Gas de alumbrado vuelto Salpicadura de gotas explosivas: cambian estas en la manifestación más inmediata del deseo. La mirada traspasa los pasajes obstruidos de la Novia y llega a ella como imagen del deseo. La visión de su desnudez produce en ella el primer florecimiento, eléctrico. El segundo es el desnudamiento voluntario imaginado por ella y, el tercero, la conjunción de ambos. El deseo es "la electricidad suelta". En Dados... está en todas partes: entre bastidores y fuera como luz brillante.

Duchamp (no el hombre) y nosotros, los espectadores, somos los Testigos. La Novia es una proyección de Duchamp y del espectador y nosotros somos su proyección. Ve su imagen desnuda en nuestra mirada de deseo, que sale de ella y vuelve a ella. Nosotros vemos a través del obstáculo el objeto erótico (voyeurisme); la Novia se ve desnuda en nuestra mirada (exhibicionismo). Se unen en la Novia.

La oposición complementaria del voyeurisme es la videncia. Los Testigos Oculistas y el mirón son metafóricamente videntes. Si el deseo es doble vista, la videncia es voyeurisme transformado por la imaginación, deseo vuelto conocimiento. El erotismo es la condición de la videncia. Además de conocimiento, la visión erótica es creación. Nuestra mirada cambia al objeto erótico y está incluida en él. Nuestra mirada sólo hace el cuadro si somos parte de él. Los Testigos no ven, la Novia se ve a sí misma y se excita: se ve y se desnuda en la mirada que la mira.

Evoca uno de los grandes mitos de la antiguedad pagana: el baño de Diana y la perdición de Acteón. Tienen turbadoras semejanzas. El asunto es el mismo: la circularidad de la mirada. La descripción de Ovidio del mito parece anticipar el paisaje de Dados... Incluso la hora es parecida.

Diana y la Novia: ambas son vírgenes y, por lo que toca al ropaje de la diosa, Ovidio usa la expresión "la escasamente vestida". La virginidad de la Novia no implica frialdad o asexualidad, e igual con Diana. El correspondiente de Acteón en las obras de M.D. son los Testigos. En ambos la desorientación precede a la violación visual. Según Ovidio, el joven cazador llega al límite sagrado extraviado; el Gas de alumbrado sale sin reconocer la izquierda ni la derecha; y el visitante del Museo de Filadelfia se acerca a la puerta tras un instante de vacilación y desorientación.

Duchamp ha subrayado el carácter ambiguo del pudor de la Novia, velo que la descubre al ocultarla, prohibición teñida de provocación. Es un pudor cálido con una "punta de malicia". La actitud de Diana parece más resuelta y ferozmente casta. Ovidio dice que la falta de Acteón fue un error: el destino lo llevó a ver el baño de la diosa, cuya sorpresa y cólera al verle son genuinas. Pero se desea ver a sí misma, lo que implica ser vista por otro. Esto es idéntico en la Novia. Klossowski señala que la mirada mancha y la diosa quiere ser manchada; Duchamp dice que la Novia "rehúsa cálidamente (no castamente)" el ofrecimiento de los Solteros. Diana arroja con la mano un poco de agua sobre Acteón, y lo transforma en ciervo, la Novia interpone entre los Solteros y ella un enfriador: Cascada.

En ambas asistimos a la violación visual. La mirada traspasa el obstáculo material y, así, la transgresión es psíquica y material. El castigo de Acteón es convertirse en un ciervo que sus perros despedazan. La prohibición de ver se expresa de muchos modos en Duchamp, sobre todo en sus dos ventanas, que impiden la visión: Fresh Widow y La Bagarre d'Austerlitz. En el título de la primera hay una alusión a la guillotina, que evoca la suerte del Gas de alumbrado y de Acteón al ser despedazados. El verdadero castigo es la posesión, romper el vidrio y lamentarlo apenas se consuma la posesión. El voyeurisme tampoco es una solución: si se elude el castigo, se multiplica el tormento. La no-consumación es una pena igual de cruel. La solución es la conversión del voyeurismo en contemplación, conocimiento.

"El viaje redondo" a que alude Duchamp tiene una exacta correspondencia en la estructura interna del mito y de las dos obras. Acteón depende de Diana, es el instrumento de su deseo de verse a sí misma; e igual pasa con los Testigos Oculistas. M.D. ha dicho que la Novia es un "estado instantáneo de reposo", una "apariencia alegórica". Klossowski señala que el cuerpo esencial de Diana es invisible también, una encarnación momentánea. La manifestación de ambas exigen la mirada ajena. El sujeto es una dimensión del objeto: su dimensión reflexiva (mirada).

El Ahorcado hembra, la Novia, está suspendida, colgada en el espacio como un ahorcado en un cadalso. El tema del ahorcado aparece en muchos mitos pero el sacrificio es un dios, aunque hay una excepción en el Peloponeso. Una nota de la Caja Verde dice que la Novia es una "máquina agrícola" y, después, un "instrumento para arar". El arado es predominantemente masculino, pero hay otra excepción en las fiestas de Artemisa Orthia. En estas ceremonias había reminiscencias de sacrificios humanos.

Para designar el eje de la Novia, M.D. emplea la expresión árbol-tipo. Diana es una divinidad arbórea. El árbol que despliega en el cielo su copa es femenino y, su imagen, ha fascinado a todos los hombres. El cielo en que extiende sus ramas es el nocturno y las hojas, ramas, frutos y pájaros son vistos como estrellas. Duchamp indica que en el árbol-tipo se injerta el florecimietno, que es la aureola de la Novia y la conjunción de sus "vibraciones espléndidas". Esta es la Vía Láctea: la nube que guarda en su seno el rayo (Gas de alumbrado) y la lluvia (Cascada), el punto intermedio entre la encarnación y la disipación de la forma femenina. La cifra móvil del deseo.

Todos los elementos de la Caja Verde y el Gran Vidrio aparecen en el Ensamblaje como apariencia visual. La visión del paisaje y la cascada, con la mujer desnuda sobre un lecho de ramas, sería una metáfora tranquilizadora sin el parpadeo de la lámpara encendida en pleno día. Una incongruencia que destruye nuestra idea de idilio. Las antorchas (de himeneo) aparecen en las ceremonias en honor de Diana.

La relación entre la antorcha y la diosa es clara en divinidades como Demeter y Perséfona: casi siempre simboliza la unión de la virgen madre y el hijo. Transposición de las imágenes vegetales a las cósmicas: la diosa es un árbol nocturno y, sus frutos y ramas, el cielo estrellado. La asociación entre fuego y sexualidad es muy antigua y hacer fuego se ha visto con frecuencia como homólogo del acto sexual. Hay semejanza entre el árbol-tipo del Gran Vidrio y la lengua de llamas en que se convierte la materia de filamentos, la muchacha del Ensamblaje y las imágenes míticas del nacimiento del fuego. Aunque es determinante la acción masculina, esta está subordinada a la femenina. La mujer se ve como una fuente de vida. Lo masculino es un medio por el cual se conoce, fecunda y contempla a sí misma. Los Nueve Moldes Machos del Gran Vidrio y la lámpara fálica de la muchacha son artificios de la Novia para gozarse, verse y conocerse.

La relación fuego/leña se desdobla en agua/fuego. Es frecuente arrojar antorchas y velas en ríos y lagos. Esta relación se reproduce puntualemente en la de la Novia/Cascada y la lámpara de gas encendida en pleno día. Mientras la Novia está regida por la circularidad del deseo solitario, las de los ritos y mitos evocan la idea de fertilidad. Se aplica también a las procesiones nocturnas de las romanas al santuario de Diana: las antorchas estaban asociadas con la maternidad y el parto. Ninguna diferencia afecta a la relación árbol/fuego y agua/antorcha. Ambos están presentes en la Cascada y el Gas de alumbrado. Los misterios de Eleusis, el rito griego, alude al nacimiento de un dios, pero la antorcha de la muchacha del Ensamblaje no evoca ideas de maternidad o nacimiento. La Novia empieza y acaba en ella.

Aunque Dumézil no dice nada del parentesco, sabemos que los romanos veían en Diana al doble de Jano. Hay afinidad entre la Novia, las puertas y el sistema de goznes del universo de Duchamp y Juno y Diana, divinidades circulares y dobles donde el fin es el principio y, el anverso, el reverso. Se desdoblan y reflejan, dioses reflexivos que van de sí a sí mismos, Jano y Diana son la circularidad del deseo y el pensamiento.

La noción de cuarta dimensión influyó en las preocupaciones artísticas y filosóficas de M.D. Era uno de los componentes intelectuales del Gran Vidrio. Duchamp se refirió a sus relaciones contradictorias -enemistad amorosa- con la ciencia. Evoca su interés por la representación del movimiento. Esta preocupación, observa Cabannes, desaparece casi del todo desde La Novia. Duchamp lo atribuye a su redescubrimiento de la perspectiva. No se trata de la perspectiva realista, sino de una "perspectiva matemática, científica... basada en cálculos y dimensiones". En el Gran Vidrio la representación visual está al servicio de una historia sólo que anécdota y representación han sufrido una transposición redical: en vez de las cosas y las consecuencias sensoriales de su percepción, la pintura representa las medidas de las cosas, las relaciones entre ellas y los símbolos de esas relaciones.

Una nota de la Caja Verde dice que el cuadro es la aparición de una apariencia. Otras explican que la apariencia es el conjunto de sensaciones durante la percepción del objeto; la aparición es la realidad subyacente y estable, nunca del todo visible. Duchamp se propuso hacer un arte de apariciones y no apariencias. Propósito contradictorio pues la pintura era un arte de apariencias: representación de lo que vemos. Pero está bien que apostase por la realidad invisible y pintase relaciones, esencias y signos. La lógica de su búsqueda lo llevaba a pasar de la pintura del movimiento a la que está más allá.

El endiosamiento del valor artístico, separado de otros valores, convertido en una realidad autosuficiente y casi absoluta, ha sido el rasgo común del arte producido en esos dos últimos siglos. Contra esto se rebeló Duchamp. En su negación de la tradición moderna fue único, pero no en su rechazo de la pintura de apariencias, pues también estaban los cubistas y abstraccionistas. Lo mismo debe decirse del interés por las especulaciones teóricas, más o menos inspiradas por la nueva física.

Las discusiones sobre la cuarta dimensión encendían a poetas y pintores, sobre todo a los de la segunda promoción cubista. G. Buffet refiere que "los tres hermanos Duchamp estaban apasionados por las ciencias y las matemáticas". Marcel en la Caja Blanca cita a H. Poincaré y E. Joufret, de quien viene la idea central del Gran Vidrio: la proyección de una figura de cuatro dimensiones sobre nuestro espacio es una figura de tres dimensiones. Suquet ha mostrado que concepciones de Poincaré podrían aplicarse a la Novia: "Los seres del hiperespacio pueden ser objeto de definiciones precisas; podemos concebirlos y estudiarlos pero no representarlos". Duchamp habría respondido: "salvo como formas liberadas". Para muchos científicos y artistas los nuevos conceptos físicos y matemáticos se reflejaban, más o menos deformados, en el espejo del antiguo neoplatonismo.

Duchamp es deudor de su época. Al asumirla la niega y, a veces, la traspasa. El Gran Vidrio es tributario de las versiones de conceptos de la nueva física popularizados por profesores y periodistas. Pero no se puede reducir a un artista a sus fuentes ni complejos. Pawlowski no fue la única fuente de Duchamp. Uno y otro se alimentaron de las obras de divulgación científica de autores como Poincaré y Joufret. La generación de esos años se ocupaba de física y del nuevo espacio-tiempo.

El Viaje al país de la cuarta dimensión, novela de Pawlowski, es una de las fuentes del Gran Vidrio. Las diferencias son más grandes que las semejanzas. A diferencia del largo viaje de Pawlowski, la travesía de una dimensión a otra, en el Gran Vidrio, es instantánea e ilusoria: viaje redondo. Pawlowski toma las ideas científicas para construir una ficción ingenua; en Duchamp esas han sido distendidas por la meta-ironía hasta volverlas incognocibles. La novela es el libro curioso de un amateur inteligente; el Gran Vidrio es la alegoría fulgurante de un viaje a través del espacio. Pawlowski escribió una obra de entretenimiento y divulgación de ciertas ideas en boga; Duchamp se sirvió de esas ideas como de un ready-made. Sería inútil buscar en el Viaje a la cuarta dimensión la ironía y el erotismo, la complejidad intelectual unida a la simplicidad de la factura, el temple filosófico, la economía verbal...

El antecedente literario de Duchamp, además de Roussel, es Jarry. La semejanza puede extenderse a: su método, la misma tentativa de deshumanización por elementos artificiales, la sustitución de los resortes psicológicos por los mecánicos y el carácter central de los juegos verbales. Duchamp habla de crear un "nominalismo pictórico"; para Roussel el lenguaje tiene la consistencia de las cosas y las cosas la elasticidad y maleabilidad de las palabras. Entre Roussel y su obra no hay distancia; el sujeto creador ha sido reducido a un procedimiento. Roussel es su método; Jarry y M.D. son irreductibles a sus procedimientos. En Roussel hay humor, no ironía; ni semira en sus creaciones ni sus creaciones lo miran, ni se burla ni se burlan. M.D. es los Testigos Oculistas. Roussel es involuntario: es su emanación o proyección. Carece de autocrítica y conciencia. Jarry es una invención de Jarry y este desdoblamiento crea un juego de reflejos. La infidelidad de Duchamp a su personaje irritó y escandalizó: todos creían que jugaba ajedrez, y construía en secreto el Ensamblaje, parecía poseído por el furor nihilista de los vanguardistas y volvía el rostro hacia la pintura de los religiosos, limitó sus ready-made y autorizó sus reproducciones.

Roussel creía en la ciencia; Jarry y Duchamp se servían de ella como un arma contra ella. A ambos les habría gustado un mundo de objetos y entes únicos. Roussel carece de una dimensión vital y moral común a Jarry y Duchamp. Jarry anticipa a M.D., era un temperamento más rico, inventivo y barroco: procedía por acumulación, arabescos y elipses. Duchamp es la limpidez. La fascinación del Gran Vidrio y el Ensamblaje se debe a su elegancia, su simplicidad. La ambigüedad lograda a través de la transparencia.

Durante esos años, el tema de la perspectiva fue central para Duchamp. En esos años fue la concepción del Gran Vidrio, los cálculos y especulaciones de las dos Cajas y el tránsito por la Biblioteca de Santa Genoveva; fue un periodo de gran fecundidad intelectual. Las notas más notables aluden a una (hipotética) perspectiva en la cuarta dimensión y a sus relaciones con la perspectiva ordinaria. También tratan de las analogías entre el espacio tridimensional y el bidimensional. Estas preocupaciones son el origen de composiciones y de los mecanismos ópticos. Se interesó también en la "perspectiva curiosa", lo que en el s.XVII se llamó anamorfosis. Los trabajos de Jurgis Baltrušaitis sobre esto iluminan este aspecto de la actividad intelectual y artística de Duchamp.

La perspectiva es un edificio que da la ilusión de la tercera dimensión. Euclides estableció el principio básico: el campo de visión es una pirámide cuya cúspide es el ojo del espectador. Alberti definió la obra como un corte transversal de la pirámide visual. Los objetos parecen disminuir o crecer a medida que se alejan o acercan del ángulo del ojo. La perspectiva es el arte de restituir las apariencias. En su interior hay una oposición: "es la ciencia que fija las dimensiones y posiciones exactas de las formas en el espacio; y el arte de la ilusión que las recrea".

Un artificio simple es la perspectiva acelerada. Esto es mostrar los objetos como si estuviesen más alejados de lo que están, disminuyendo su tamaño o elevando el horizonte visual. Su opuesta, la perspectiva retrasada, hace los objetos más cercanos por el aumento de sus elementos. En un momento el artificio se extrema y se rompe la relación entre la realidad y la representación. Nace la anamorfosis: la perspectiva se pervierte y deja de reproducir a la realidad. Ya sea por aceleración, retraso u otro artificio, como la reflexión de la imagen en un espejo cilíndrico o la prolongación de la perspectiva por otro medio, el parecido se deshace. En vez de la imagen vemos una masa confusa de líneas y volúmenes. Basta mirar desde el ángulo debido para que vuelva la apariencia realista.

Hubo también interés en las deformaciones de la perspectiva. El gran centro de especulación y experimentación fue el Convento de los Mínimos (París), durante la segunda mitad del XVII. En el s.XVIII decreció el interés por la "perspectiva curiosa" y la anamorfosis se transformó en diversión elegante; en el XIX degeneró en pasatiempo pronográfico y en motivo político.

Baltrušaitis señala el carácter doble de la anamorfosis: "es una evasión que implica un regreso. La destrucción de la figura precede a su representación". Esta reversibilidad convirtió al procedimiento en una suerte de prueba por nueve de la perspectiva normal. Pronto se independizó y su uso se difundió con motivos religiosos y eróticos. Su dualidad intrínseca explica que es una representación que esconde al objeto mismo que representa. Esto, en un cuadro devoto, opera como un doble óptico de la revelación religiosa: las líneas y volúmenes ocultan al objeto sagrado pero, vista desde el ángulo adecuado, la confusión se aclara, cobra forma y el objeto aparece. En un cuadro licencioso nos da la sensación de mirar por el ojo de la cerradura. En ambos casos: exposición ultrarrápida.

En el s.XVII fue sobre todo un motivo de especulación científica y filosófica. Pero la ciencia aún no se desprendía del todo de herencias del hermetismo neoplatónico. El último representante fue Kircher, mezcla de erudición y fantasía, ciencia y ocultismo. Ideó un aparato, el "mesóptico", cuya disposición y forma evocan los 3 Pistones del Gran Vidrio.

Mersenne, Descartes..., preocupados por la geometría y la óptica, estaban fascinados por el misterio racional de los autómatas. Salomón de Caus decía que estos eran "la razón de las fuerzas móviles" (son la razón en movimiento). Si eran "razones en movimiento" sin alma, la perspectiva también era automatismo, cálculo racional mecanizado. Autómatas y perspectiva eran ramas de la misma ciencia.

El parentesco de estas ideas con las concepciones que originaron el Gran Vidrio es asombroso. Dos semejanzas centrales: la primera se refiere a la perspectiva, una racionalidad suprapersonal en la que no intervienen la mano del artista ni su sensibilidad. La segunda es la invención de máquinas con albedrío y movimiento, cuyo funcionamiento es racional sin depender de una psicología. Por ciertos fragmentos del Trainé de l'Homme se siente la sensación de estar ante otra versión de La Novia. No podían faltar ni el mecanismo de relojería ni el molino de agua: El hombre concebido como una máquina hidráulica.

La anamorfosis y los autómatas son temas que pueden tratarse como un capítulo de física o filosofía. En el segundo caso son formas de la ilusión, imágenes de nuestro saber incierto y nuestra dependencia de las apariencias. A través de la duda cartesiana -transparencia- reaparece la diferencia entre la aparición y la apariencia. La cuarta dimensión es el cielo donde habitan las apariciones, los arquetipos o moldes de los seres de aquí abajo. Según la Caja Blanca es "una suerte de imagen-espejo": un ser hecho de reflejos. El Gran Vidrio es un espejo y en su parte superior flotan ("formas liberadas") las sombras de la cuarta dimensión pero ¿vemos nuestra sombra o la de la Novia? El Ensamblaje contesta con un enigma adorable, visible, sólido e intocable en tres dimensiones. Andamos perdidos entre las apariencias y las apariciones. El espíritu humano es doble: como el espejo, es patria de esencias y fantasmas.

El interés por los fenómenos ópticos fue temprano, constante y variado (problemas de la perspectiva lineal y anamórfica, cronofotografía y simultaneísmo, cinema estereoscópico...) en M.D. En la Caja Verde prevé "partes que deben mirarse bizqueando". En la Caja Blanca dice que hay cosas que deben mirarse sólo con un ojo, a veces el derecho, otras el izquierdo (y también oír sólo con una oreja, izquierda o derecha). Las notas se refieren a la Salpicadura y están ligadas a los Testigos Oculistas y a su función de transformar las gotas en "imágenes espéjicas". Esta obra es un prototipo de la región del Gran Vidrio donde están los Testigos. En su parte superior, sobre el lente de aumento, flota una pirámide que contiene planos triangulares que evocan otras pirámides: los distintos cortes transversales de la pirámide visual de la perspectiva clásica. Quien mire, al mirar se transforma en Testigo. La pirámide es su campo visual y ese es el camino hacia el objeto elusivo (la Novia). Camino cruel de la perspectiva que se aguza hasta convertirse en el punto de fuga y tiene un comienzo pero no un fin: el punto de fuga es el lugar de la desaparición. La Novia, confundida con el horizonte, se desvanece.

La preocupación por las relaciones entre la segunda y la tercera dimensión lo llevó a interesarse en la estereoscopia. Eran populares lentes estereoscópicos, uno rojo y otro verde, de vidrio o mica. Farmacia, uno de sus ready-made (1914) fue "rectificado" añadiendo dos manchas (verde y roja). En 1920 intentó realizar un film estereoscópico; sus rotorrelieves y máquinas de precisión óptica obedecen al mismo principio. Hay un doble ready-made "rectificado" que tiene una indudable e íntima relación con los Testigos y con Para mirar con un ojo... Es del mismo año y lugar que las dos obras: 1918 y Buenos Aires. Son dos fotos de la misma escena: un mar en calma, luz y sombra, a la derecha una barca con un tripulante, el horizonte y su separación de agua y cielo. Añadió, en ambas, una pirámide y su proyección invertida, flotando. Esta es el campo visual de la aparición y desaparición del objeto que nos elude siempre.

El Ensamblaje es el mayor y mejor ejemplo de su afición a la estereoscopia. Tiene parentesco con las arquitecturas teatrales del Renacimiento, los "gabinetes ópticos" holandeses del s.XVII y los admirables dioramas del Museo de Historia Natural de Nueva York. Al final hizo el dibujo de una chimenea anaglífica que debería producir un efecto estereoscópico al ser visto con lentes apropiados.

Estos experimentos son una expresión de la preocupación por la inestabilidad de las nociones de izquierda y derecha, aquí y allá... Estas son formas espaciales de la contradicción. Pero hay un punto en que las contradicciones cesan: el gozne. Cesan para, transformadas, renacer: el gozne es la resolución de la contradicción y su metamorfosis en otra contradicción. La dialéctica entre aparición y apariencia se reproduce en él. Las obras de M.D. forman un sistema cuyo centro, el gozne de goznes, es el Gran Vidrio. La relación que une a la Novia del Gran Vidrio con la muchacha del Ensamblaje es la de dos imágenes que se funden en una. Se llama estereoscópica a esta relación. La "realidad desconocida" opera como un estereoscopio.

Entre la Novia del Gran Vidrio, la mujer del Ensamblaje y la Diosa de las antiguas regiones mediterráneas hay una relación doble. Por una parte, cada imagen es un momento de la rotación de un gozne invisible y desconocido para nuestros sentidos y nuestra razón; por otra, en su mundo particular, cada imagen es el centro, el gozne. Hay una correspondencia entre cada imagen femenina y el mundo sobre el que reina. Esta en el Gran Vidrio es una identidad explícita. En el Ensamblaje es implícita: cada atributo físico de la muchacha se duplica en el paisaje. En la concepción mítica se presenta como una suerte de nudo de imágenes y reflejos. Los poderes naturales se concentran en la presencia divina, que se reparte en el espacio físico.

La evolución del espacio del santuario ayudará a entender la función del estereoscopio. De sitio generalmente apartado donde se celebran las ceremonias del culto, el lugar sagrado pasa a ser el centro del mundo. Se transforma en un lugar ideal: edén (la diosa). El árbol santo del santuario se vuelve columna del templo y, esta, eje del cosmos Los cuatro puntos cardinales nacen de ese, a él regresan y en él se anulan. La columna (diosa), al girar sobre sí, desaparece y se funde con su esencia. La identidad entre el centro y la Diosa, la Novia y su paisaje, se resuelve en la analogía del estereoscopio (signo de la concordancia).

Ese signo está entre el "Estado de reposo" (Apariencia alegórica o Exposición ultrarrápida) y una serie de Posibilidades. La Apariencia es la Novia sorprendida, en la oscuridad de la cámara, en un momento de reposo. La Posibilidades son las otras posibles manifestaciones que produce la acción combinada de la Cascada y el Gas de alumbrado. El signo es la relación entre la Apariencia y las Posibilidades. Para precisar su idea M.D. se sirve de una "comparación algebraica".

En la geometría meta-irónica, Duchamp concluye: la figura engendrada por la línea generatriz, cualquiera que sea, no puede ser llamada derecha o izquierda del eje. A medida que el eje gira, el verso y anverso adoptan "una significaión circular". El fenómeno afecta al interior, al exterior y al eje mismo, que deja de tener "una apariencia unidimensional". El sigo, al girar sobre sí, se anula como apariencia. Es la otra dimensión. La cuarta dimensión es la reabsorción de todas las dimensiones en un vacío.

En el Gran Vidrio el sigo une "la apariencia alegórica", en "reposo instantáneo", a las otras posibles manifestaciones o apariencias de la Novia. El signo vive entre virtualidad y actualidad: las separa y comunica. La posibilidad se realiza y reposa, convertida en apariencia. Esta es una alegoría de la otra realidad, cuya verdadera forma ignoramos. El signo de la concordancia es una barra diagonal que separa dos signos (sinos). En posición vertical, se vuelve un eje que al girar funde al aquí y al allá en un vacío. Al inclinar la barra se vuelve una horizontal y aparece el punto de fuga (no vemos nada).

El signo es la expresión más perfecta del principio del gozne. Lo que une, separa; la transparencia, al descubrir, se interpone entre la mirada y el objeto; la negación de la ironía de afirmación niega a la negación de la risa; la barra de división entre a y b es el signo de su unión: uno no puede vivir sin el otro pero no se funden del todo. La Aparición se dispersa en las Apariencias y cada Apariencia, al girar sobre sí, se reabsorbe y regresa al lugar de la Desaparición: horizonte.

Sitio de convergencia de las tres ciencias que rigen el universo de Duchamp -erótica, meta-irónica y metafísica- el signo nos engloba también: es el vidrio que nos separa del objeto deseado y lo hace visible. Vidrio de la alteridad y la identidad: no podemos romperlo ni eludirlo porque revela nuestra imagen en el instante de verla. Las Posibilidades y la Apariencia dependen de nosotros y viceversa.

Duchamp desvaloriza al arte como oficio manual en favor del arte como idea, negada por la ironía. Sus objetos visuales son la cristalización de una idea y su negación, crítica. M.D. admiraba las obras del pasado que eran encarnaciones de una Idea, casi siempre religiosa. El Gran Vidrio busca reanudar esto con un contexto muy distinto, arreligioso e irónico. Pero desde el s.XVII no hay Ideas, sino Crítica. Incluso las "ideologías" se presentan como métodos. A diferencia de la diosa, la Novia no es un ser sobrenatural sino una Idea continuamente destruida por sí misma. Es la (involuntaria) representación de la Crítica.

La obra de Duchamp ha tenido dos tipos de interpretaciones: psicoanalítica y alquímica. Las psicológicas son empobrecedoras y engañosas. Lebel insinuó que para entender el Gran Vidrio había que acudir a " la hipótesis esotérica". Ulf Linde descubrió, en un tratado de alquimia de Solidonius, una ilustración del desnudamiento de una virgen por dos personajes parecida a la primera versión de La Novia... Este es el origen "de la moda de la interpretación alquímica para entender la iconografía del Gran Vidrio". Hamilton pone en duda la pertinencia de la explicación esotérica y dice que M.D. nunca le dio crédito. En efecto, hizo alquimia. Desautorización terminante.

Como señala J. Golding, el mundo de la juventud de Duchamp fue el del fin del simbolismo y casi todos los poetas y artistas simbolistas y surrealistas se inclinaron por el esoterismo. Hay partículas de ocultismo, cábala y alquimia en las ideas de M.D. como adherencias y sedimentos, pero no son obras inspiradas, expresa y deliberadamente, por la alquimia. El tema del Gran Vidrio es el espacio y el tiempo. Este, donde la física se enlaza a la metafísica, está íntimamente unido al del amor. Son inseparables y se hacen uno. La obra de Duchamp es bastante tradicional, las relaciones de sus obras con la tradición son numerosas y profundas. Su visión del amor y su idea de la otra dimensión se insertan en nuestra tradición filosófica y espiritual. El amor provenzal y el hermetismo neoplatónico son corrientes activas, casi siempre invisibles, de nuestra vida erótica y espiritual.

En la división del Gran Vidrio: Novia arriba, Solteros abajo; la dualidad no sólo se refiere a la posición sino al número: unidad arriba, pluralidad abajo. La división corresponde a la de la dama y el trovador en el amor cortés. La erótica provenzal ha reproducido, en la relación entre dama y amigo, la estructura jerárquica de la sociedad medieval . Al principio fue una relación entre iguales, luego los trovadores venían casi siempre de grupos socialmente inferiores. En la época clásica no es tanto una división social como ceremonial y espiritual: amante subordinado a la dama, cualquiera que sea su condición y estado.

El amor era un servicio, los barones y poetas se consideraban servidores de sus amantes. La timidez era una de las vitudes del amante, puede que para purificar e intensificar el deseo. Contrasta con la audacia de la dama. El servicio amoroso era un viaje que era rito de purificación como el del gas de alumbrado y cuyo fin no era la posesión física sino la visión. A través de operaciones el gas alcanza un estado inmaterial y el trovador atraviesa los distintos grados de su servicio amoroso hasta que ocurre en el deseo sexual una sublimación parecida a la del gas: logra contemplar a su dama desnuda (cópula visual).

La dama vive en la esfera ideal y el trovador busca, en ella y a través de la visión del desnudo, la otra realidad. Esa de la cual ella (y él) son imágenes, trasuntos. En esta idea hay ciertas resonancias platónicas en el modo meta-irónico: el amor como contemplación de un objeto que nos transporta a una esfera superior. Los poetas no ocultan su deseo de verla desnuda. La ceremonia del desnudamiento casi siempre era clandestina. El amante tenía que espiar a la dama. Se dividía en varios grados. La dama podía dejarse ver ligeramente vestida o desnuda del todo. El último grado era el asag (prueba de amor): el amante penetraba en el lecho y se acostaba con la dama sin poseerla o sin consumar totalmente el acto.

El valor a la contemplación del cuerpo femenino desnudo se explica por la identificación de la mujer con la naturaleza. Mientras que la ceremonía del amor cortés era un rito de sublimación erótica, la del Gran Vidrio es una parodia ambivalente: burla del amor por el voyeurisme y transformación de este en contemplación. Vemos una mujer desnuda, un universo, un mecanismo, una "razón en movimiento".

La Novia rehúsa calidamente a los Solteros. El amor provenzal no fue un platonismo, aunque en su origen haya estado más o menos en deuda con la Erótica árabe. Hasta su fase final, cuando fue vencido y condenado por la Iglesia Católica, el amor cortés osciló entre la libertad sexual y la idealización. Fue un amor fuera del matrimonio, un naturalismo sublimado, una física del amor. Para los trovadores, el amor entra por los sentidos: oreja y ojos. Los ojos son los arqueros del amor y la poesía provenzal está llena de flechas, dardos y saetas que desgarran y pican los cuerpos y almas. Esto ocurre en el Gran Vidrio: los Nueve Tiros, el destino final del gas de alumbrado, los Testigos Oculistas... Duchamp es fiel a la vieja metáfora.

La metáfora era una parte de la física del amor. El "fuego de la mirada" enunciaba una verdad material: los ojos transmitían un fluido luminoso, cálido. El fuego estaba asociado al agua. La causa del amor es física: una sustancia que puede encerrarse en un filtro o transmitirse en una canción. Esta es un fluido sutil. El fluido erótico se volvió fluido magnético; el imán fue un símbolo popular. En Duchamp las metáforas tienden a la literalidad.

Duchamp opera una subversión radical: la "física del amor" en el Gran Vidrio es un sistema delirante de fuerzas y relaciones, parodia de "la mecánica celeste". Hay una doble negación y, por el doble agujero de esta, se escapan la Novia y Eros, los Testigos Oculistas y nosotros. Comienza la operación de la meta-ironía. Todo esto produce una sublimación: el gas se vuelve mirada y el orgasmo de la Novia la transforma en Vía Láctea. La Erótica provenzal y la de Duchamp reposan sobre una física. La operación es la destilación del fluido erótico hasta transmutarlo en mirada. Un cuerpo desnudo donde, alternativamente, se revela la naturaleza y se oculta la otra realidad.

La Edad Media concibió al amor como una fuerza anímica y material, principio animador de los seres humanos y los cuerpos celestes. Las concepciones fueron desalojadas por las de Copérnico y sus sucesores.

En la tradición de los tratados de amor, no hay nada más opuesto al genio apasionado y contradictorio, inmenso y pueril, de Bruno que Duchamp: libertad de indiferencia, meta-ironía. No obstante, el tema de este último fue también un "discurso natural y físico": el espacio y el tiempo; y su lenguaje fue el del amor en sus expresiones más coloquiales (a diferencia del lenguaje erótico de Bruno). En el s. XX su obra ejemplifica la interpenetración de los dos temas que consumieron a Bruno: amor y conocimiento.